35 | parte 2

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—¿Te pasa algo? —Johann rompió el silencio en un tonito natural, como si entre nosotros no pasara nada raro—. Llevas todo el día con una cara de amargada, fatal.

Uy, mira quien habla.

—Nada que te importe —zanjé de malas maneras.

—No, no me importa, pero el chisme siempre viene bien —alardeó con suficiencia—. ¿Es por tu novio?

—Quizá es por tu amiga —alegué sin pensarlo.

Al segundo me arrepentí.

¿Por qué mierda la había mencionado?

—¿Lila? —me miró, dudoso, pero no le correspondí el gesto—, ¿qué te hizo?

Ah, como me gustaba empinarme yo solita.

—Estoy diciendo estupideces, no me hagas caso —negué en leves movimientos y traté de dejar el tema por la paz, incluso sentí que se me bajó un poquitín la molestia.

—Vamos, cuéntame —insistió con ánimo, olvidándose que hace unos momentos atrás, en el gimnasio, yo parecía ser una desconocida para él—. ¿qué te hicieron? ¿a él le gustó Lila o qué?

¿Qué mierda...? ¿Ya sabía que mi enamorado era Abraham?

«Bueno, tampoco es como si lo hubieses disimulado».

Ignoré eso y me centré rápidamente en la conversación.

—No más que a ti.

Y boom, la volví a cagar en tiempo récord.

¿Dónde estaba mi dignidad cuando la necesitaba?

Johann ladeó la cabeza en un gesto vacilante, al tiempo en que trataba de esbozar una sonrisa para nada forzada.

—Llámame loco, pero siento que me quieres decir algo.

Pues sí, sí quería.

Y lo iba a hacer, total, no tenía nada que perder. Peor no podría estar.

Tomé una bocanada de aire, algo resignada, y antes de arrepentirme, lo solté sin tapujos:

—¿Para qué fueron a nuestra mesa? ¿querías que los viera juntos?

La voz me salió extraña, casi dolida. Aunque ajá, sí lo estaba, pero él no debería saberlo.

Johann frunció el ceño y se volteó hacia mí por un instante, haciéndome sentir más tonta de lo que ya era.

—¿Crees que lo hicimos sólo para darte celos? —bufó, como si esofuera muy ridículo siquiera pensarlo—. Qué egocéntrica eres.

—Sí, lo creo —debatí enseguida.

—Y si así fuera, ¿qué? —escupió con firmeza, endureciendo la voz y haciéndome flaquear un chinchin—. ¿Cambiaría algo?

La referencia fue obvia. Estaba claro el: ¿cambiaría algo de lo que sientes?

No supe como contestar eso de inmediato. A pesar de que él estaba de por medio, no quise quedarme callada ni bajar la cabeza. Ya estaba en mood fiera.

—Cambiaría que tal vez no eres tan mentiroso ni idiota a como lo pienso ahora —gruñí.

—Entonces estás molesta porque según tú, te mentí —mencionó con molestia. Odiaba cuando me hablaba con su castrante tonito sarcástico, pero no me dio tiempo de reprochárselo, porque lo siguiente lo soltó con una precisión que me volteó todas las cartas del juego—: Pues no, no te mentí, y tampoco quise darte celos, quise continuar con mi vida porque eso es lo que se debe hacer cuando alguien no te quiere, aunque estés loco por ella.

Irresistible tentación © [+18]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora