Irresistible tentación © [+18]

40 | parte 2

Este capítulo contiene intensas escenas (+18), es aviso. Lee bajo tu propia responsabilidad.

  

Le correspondí el beso en automático, sin pensarlo. Me aferré a su cuello y mis labios se movieron sobre los suyos con un salvajismo nunca antes visto, apoderándome del momento. Fue increíble. Marqué el ritmo y Johann me siguió sin reprochar. Incluso, en algún momento, se dedicó a simplemente dejarme comerle la boca. Mordí y chupé, degustándolo como nunca. Rocé su lengua y la moví a mi divino antojo, explorando y probando todo tipo de movimientos. Él no perdió la oportunidad y se encargó de manosearme entera, de la espalda a las piernas. Yo ya estaba por las nubes. Nos besamos como si fuera nuestra primera vez. Como si no conociéramos absolutamente nada y tuviéramos la enorme necesidad de averiguarlo.

Fue efusivo, caliente, y muy intenso. Todos mis sistemas se enfocaron en una sola cosa: él. Disfruté sus caricias, su torso desnudo contra el mío, la manera tan perfecta en que encajaban nuestros cuerpos. Era una locura. No nos importó en absoluto jadear sobre el otro con total libertad. Tomó mi cabello en un puño y me hizo entreabrir la boca en un ademán dominante. Se me escapó el aire de los pulmones y se hizo paso entre mis labios. Ahí, succionó mi boca en un beso tan lento y profundo que sentí que me derretía ahí mismo. El corazón me golpeó con fuerza el pecho y por un momento me quedé atolondrada, totalmente perdida en el tiempo y espacio. Por Dios santo, ¿cómo era posible que besara tan jodidamente bien? Era adictivo.

En lugar de saciar mis ganas de él, sólo las hacía aumentar. Lo quería entero, sólo mío, así que no dejé de besarlo como si la vida se me fuera en ello. Deslicé mi lengua por sus labios y una corriente de calor se instaló en mi vientre. Fue tanta la euforia, el éxtasis, que empecé a temblar. En mi mente me pregunté si él también sentía lo mismo. La adrenalina, el desequilibrio, la debilidad. Quería saberlo. Quería enloquecerlo tanto como él lo hacía conmigo. Y como si estuviera leyéndome la mente, se le escapó un profundo y sexy gemido entre los besos. Sonreí por inercia. Su respiración era pesada, parecía estar a punto de perder el control. Intensificó su agarre en mis caderas y me apretujó con desespero.

Noté su frustración, el gran esfuerzo que estaba haciendo por no llevar las cosas a otro nivel. Y me molesté. Por favor, yo me lo quería tragar entero. Disfrutarlo como ninguna otra.

Sí, eso iba a hacer.

Antes de que hiciera otra cosa, la magia llegó a su fin y Johann se separó de mí apenas unos milímetros, los suficientes para mirarme directo a los ojos. Gruñí en protesta, pero ni caso me hizo. Estar así de cerca, con toda esa tensión atascada en la garganta, no me ayudaba en nada para bajarle a mi calentura.

—Mi autocontrol tiene un límite —murmuró sobre mis labios, débil, apenas en un aliento.

La advertencia quedó muy clara, pero nada en mi cabeza parecía estar coordinando bien. Deslicé mis manos en una caricia juguetona por todo su abdomen, valiéndome un bledo todo, delineando cada línea y cada músculo con la fría punta de mis dedos. Johann no dijo nada. Tensó la mandíbula y soltó mucho aire por la nariz, tomándoselo con calma. Oh, pero como eso era justamente lo que yo no quería, llegué al borde de su bóxer y lo jalé un poco, provocándolo. No pude evitar sonreír de oreja a oreja como una bruja malvada contemplando sus perversas villanías.

—¿De qué tendrías que contenerte? —ronroneé de vuelta.

Tragó grueso y se tomó su tiempo para responder. En sus ojos sólo había deseo y ansias. Al parecer, yo no era la única desubicada. Se relamió los labios con pesar y mis ojos fueron a dar ahí.

—Sabes de lo que hablo —bajó la mirada directamente a mi boca y la sangre se me acumuló en lugares impensables. Luego, me dio una juguetona y rápida lamida sobre los labios, tan inesperada, que se me fue el aire por completo—. ¿En serio quieres hacerlo?