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Pinche canción tan espectacular, la amo.

Holis gente, pasen a leer, sean bienvenidos.

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POV. Johann

—Tenemos que volver —susurré apenas, costándome un infierno no quedarme dormido en pleno hospital. Se me escapó un bostezo y sentí los ojos escocerme—. Lola y Chloe deben estar preocupadas.

Llevábamos una eternidad ahí. Y me habría ido desde hace bastante tiempo si Aranza no se hubiera recargado en mi hombro, abrazando mi brazo como si su vida dependiera de ello. Parecía una niña. La cercanía me transmitió tanta tranquilidad que preferí quedarme ahí, aunque ya no sintiera el culo de lo incómodas que eran las sillas.

Al oírme, Aranza alzó el rostro, aun sin levantarse, y noté la preocupación aun impresa en sus ojos pardos. Así, tan callada y angelical, hasta parecía que no rompía ni un solo plato, cuando en realidad quemaba la casa entera la condenada.

Apretó su agarre en mi brazo y se inclinó un poco más sobre mí para hablar.

—Quiero estar contigo —murmuró en un suspiro, dejando en evidencia el cansancio en su voz.

El estómago se me contrajo de la impresión y tuve que luchar con todas mis fuerzas para no poner mi cara de estúpido embelesado frente a ella. Maldita sea, ¿desde cuándo esa pequeña arpía era tan endemoniadamente adorable? Parecía irreal. Aunque me esforcé por grabarme cada parte de esa vista tan inusual.

Sin darme cuenta, empezaba a conocer todos los matices y tonalidades que compaginaban a la temperamental e impulsiva de Aranza. Claro, me faltaba muchísimo por descubrir. Siempre que creía estar en el límite y que ya no había nada más por averiguar, Aranza salía con cualquier estupidez y mis expectativas se iban a la mierda, porque ella era tan única que no importaba las ideologías que me hiciera, mi vecina siempre encontraba la manera de sorprenderme.

Hasta ahora, podía asegurar que ella era la única persona en el mundo con la rara habilidad de o ser un completo grano en el culo de lo más insoportable, o una cosita tierna e irresistible. No había punto medio. Un momento era sí, luego no, después otra vez sí, entonces no, llegaba al tal vez y yo enloquecía. Por Dios, ¿acaso esta mujer no venía con un manual de instrucciones o algún folleto? Porque en serio me hacía falta. Era toda una guerra saber de qué ánimos se encontraba y cómo hablarle sin salir herido. Lo comparaba mucho con vacunar a un animal salvaje que no dejaba que ni lo tocaran.

Ignoré los estúpidos estragos que me brincotearon en el pecho y torcí los labios en una amplia sonrisita burlona.

—¿Se te metió agua en el cerebro o qué? —inquirí con sorna—. Porque diciéndome esas cosas no te reconozco.

En lugar de ofenderse como lo habría hecho cualquier persona medianamente normal, Aranza se irguió un poco en su asiento y puso una mueca de severa ingenuidad.

—Ahora que lo mencionas, siento la cabeza pesada —ladeó la cabeza un par de veces, como si de verdad tratara de sentir el agua por dentro—. Creo que hizo algún corto o algo.

Me reí para mis adentros y suspiré con fingido pesar, manteniendo el juego. Nuestra conexión sí que era otro nivel.

—Ya valió. Si de por sí ya estabas idiota...

—Cállate —me atestó un ligero golpe en el hombro, callándome. Seguí riéndome y aunque quiso ahora sí hacerse la ofendida, divisé el amago de una pequeña sonrisa en sus labios.

Irresistible tentación © [+18]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora