35 | parte 1

1.1K 81 61
                                    

«Sé controlarme, no necesito medicinas».

«Sé controlarme, no necesito medicinas».

«Sé controlarme, no necesito medicinas».

—¿Te ocurre algo? —me preguntó Chloe de la nada, haciéndome levantar la mirada de mi plato. La observé con los ojos de par en par, temiendo de que ya se haya dado cuenta de que dejé el tratamiento, pero su expresión serena no indicaba nada de eso—. Has estado muy callada desde que se fue Abraham.

Paseé la vista entre ambas mujeres frente a mí, un poco paranoica, buscando algún indicio de reproche o de preocupación en sus caras, pero todo (exceptuándome a mí) parecía muy normal.

—Es que ya lo extraño —me excusé al instante, curvando la boca hacia abajo.

En toda la mañana no había dicho ni media palabra. Sabía que, sin las pastillas, en cualquier momento podría empezar a actuar raro, así que debía evitar eso a toda costa. No quería que nadie se enterara. Quería probarme a mí misma y a todo el mundo que yo estaba bastante bien de la cabeza y que no estaba defectuosa.

«No necesito medicación, todo está perfecto».

«Sé controlarme sola».

—Sí, yo también —Lola asintió con pesar y probó otro bocado de su desayuno.

Todo parecía tan tranquilo, que me sentía un bicho raro con la marea de preocupaciones que me azotaban el pensamiento.

—Es un muchacho encantador —agregó Chloe, adentrándose en la conversación—. Me ha fascinado.

Me tensé en mi lugar y apreté los puños con rabia bajo la mesa, dejando mi guerra interna lejos de sus miradas. No soportaba su sola mención. Abraham ya no tenía nada de encantador, al contrario, era un maldito traidor que no se merecía mis sentimientos.

—Siempre lo ha sido —corroboró mi mamá con orgullo, esbozando una pequeña sonrisa—, el mejor que conozco.

Chloe nos miró a ambas con ternura y tuve que hacer mi mejor esfuerzo por sonreír y mostrarme "amigable" frente al tema de su amado Abraham, aunque eso me revolviera las entrañas de desprecio.

—Las quiere como si fueran su familia.

Y... esa era mi salida.

Ya había escuchado suficiente.

Me tragué de un mordisco lo poco que me quedaba de desayuno y casi pegué un brinco lejos de la mesa, antes de que se alargara más esa horrible conversación.

—Bueno, ya terminé —dejé mi plato en el fregadero con prisa y sin voltear a verlas, fui directo hacia las escaleras—. Iré a dormir otro rato, aún tengo sueño.

No me quedé ni un segundo a oír sus respuestas. Corrí escaleras arriba y me encerré en mi habitación bajo llave. Esa simple acción, sabiendo que ya estaba completamente sola, fue como volver a caer en mi realidad. Me quedé un rato ahí parada, pensando. ¿Estaría haciendo bien abandonando mi tratamiento? ¿por qué nadie parecía estar al pendiente de mí? ¿tan invisible era?

Las mortificaciones me subieron a la cabeza como la espuma. Pronto, mi mente fue a dar en el núcleo de todos mis pesares. ¿Él ya estará con ella en este momento? ¿le habrá contado toda mi ridícula escenita? ¿se estarán riendo ambos de mí?

Agh, los odiaba tanto.

Y me dolía mucho más.

Quería desaparecer del mundo un rato.

Irresistible tentación © [+18]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora