36 | parte 2

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Advertencia: capítulo con contenido (+18)

Disfrútenlo, pillos.

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POV. Johann

Derrotado y duro como una piedra.

Así me sentía yo.

Así de bajo había caído.

Así de estúpido estaba.

Después de jurarme mil veces que no volvería a acercarme a Aranza, que sí podía pasar de ella, que no me interesaba en absoluto; aquí estaba, derritiéndome en sus manos como un monumental imbécil.

Y es que, por más que trataba, no podía resistirme a ella. No podía decirle que no. ¿Cómo diablos no podía decirle que no? ¿En qué momento se había apoderado así de mí? ¿Cuándo había dejado que esto pasara?

«Estoy tan jodido».

Inhalé hondo. Esto era demasiado peligroso. Sí lo quería, por supuesto que me encantaría probar de todo con ella, lo había querido desde hace tiempo, pero me daba miedo el grado al que lo deseaba. No debería tener el corazón tan acelerado. No debería estar así de débil. No debería querer abrazarla y retenerla a mi lado por el resto de la noche. No debería estar sintiendo tantas estupideces. ¡Maldita sea!

Mi mente estaba vuelta un limbo, pero mi cuerpo continuó sin inmutarse. La tomé del cuello y sin esperar otra palabra, estampé de nuevo mis labios sobre los suyos. Soltó un leve gemido por la fuerza, pero no se alejó. Llevó sus manos hacia mi cabello y sus labios, finos y suaves, me siguieron el ritmo a una sincronía perfecta. Nos besamos sin contenciones, olvidándonos de todo un rato. De momentos, sus deliciosos mordiscos se tornaban lentos, profundos; luego acelerábamos el ritmo y terminábamos suspirando sobre el otro.

La habitación permaneció en penumbras. Lo único audible fue el jugueteo de nuestras bocas y el caos de nuestras respiraciones. Me perdí por completo en ella. Era demasiado para mí. La abstinencia me estaba pasando factura. Haber esperado tanto por esto me hacía recibirlo todo con una necesidad enorme.

A pesar de mis líos mentales, no dejé de besarla ni por un instante. Yo ya había perdido el control de mis manos. Iban y venían por toda su espalda y su trasero, atrayéndola a mí y dejándome sentir cada parte de ella.

Bajita, delgada, sin tantas curvas, sin tantos labios, sin mucho de nada. Aranza no necesitaba encajar en ningún absurdo estereotipo para ser tan preciosa y atrayente. Brillaba por lo que era y lo que transmitía. Todo en ella era perfecto, todo me fascinaba. Quise acercarme a su oído y decirle una y mil veces lo increíble que era, lo mucho que había fantaseado con este momento.

En algún punto de muchísima tensión, Aranza separó su boca de la mía y se dedicó a mirarme directo a los ojos. Iba a protestar, pero tener el honor de verla en esta situación valía la pena. Sus pupilas estaban dilatadas, su piel morena estaba teñida de un lindo sonrojo y sus labios estaban entreabiertos e hinchados. Guardé esa imagen en mi memoria, luego podría ocuparla.

Lo mejor de todo fue que, a pesar de estar temblando entre mis brazos, su mirada seguía conservando ese aire de soberbia y altanería tan típico de ella. Me reí para mis adentros. Nunca dejaría de ser la orgullosa chica refunfuñona que me volvía loco.

La retuve contra mí e imité su actitud concentrada. Al segundo habló:

—Dime qué hacer —murmuró por lo bajo, engatusándome con el tono ronco y sexual de su maravillosa voz—. Nunca he hecho algo como esto, y quiero hacerte sentir bien.

Irresistible tentación © [+18]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora