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En el momento en que Elliott me pasó su WhatsApp y le mandé mi ubicación, empecé a dudar severamente de mi cordura.

Digo, ahí estaba, buscando como loca paranoica un brasier decente que me realzara mis pocos atributos, un jean que no me hiciera ver las piernas como patas de gallina, y una blusa bonita que no me hiciera parecer muy arreglada. Si te fijas, siempre guardaba un mensaje subliminal en mi apariencia y eso era algo que me importaba mucho. Estaba tan abrumada por el momento que no me cuestioné nada. Era una simple chica —un poco desubicada— que saldría con un chico guapo, ¿cómo no me iba a dejar llevar por la idea?

Después de unos minutos de saltar eufórica de un lado a otro, saqueando sin piedad mi closet, encontré el outfit perfecto: uno jean negro de tiro alto, una blusa corta normalita gris, mis tenis negros y un intento de moño desarreglado. Casual, simple y rápido.

Ahora sólo me quedaba un problemilla así súper minúsculo e insignificante...

Mi madre.

Maldi-tasea.

Sólo necesite unos segundos de meditación para saber que esa señora ni en un millón de años me dejaría ir, eso era seguro. Era tan quisquillosa con las personas con las que yo salía, que me preguntaría por Elliott, a dónde iríamos, lo obligaría a venir hasta la casa sólo para lanzarle un sermón y amenazarnos a ambos con regresar temprano. Dios, moriría de la vergüenza si hacia eso. Una cosa era el idiota de Johann que ya conocía, y otra muy distinta era Elliott, el chico lindo.

De ninguna manera iba a permitir semejante humillación. Además, sólo iba a escaparme un ratito. Si mi mamá no se enteraba, ¿cuál era el problema? A lo mucho estaría de regreso en una hora, en la seguridad de mi habitación. Fácilmente podría salir por la ventana y como Lola jamás me molestaba después de la cena, no tenía nada que perder.

Viéndolo así era muy sencillo, pero seguía siendo riesgoso. ¿Y si mi mamá se daba cuenta y llamaba a todo el mundo? O peor, ¿y si nos pasaba algo a ambos? Por lo menos debía avisarle a alguien, sólo por si las dudas. En un momento de racionalidad entré a WhatsApp y les mandé un mensaje a mis amigas:

"Saldré con Elliott, pero no sé a dónde y tampoco pedí permiso, si me roban ya saben a quién culpar".

Directo y contundente. No esperé siquiera una respuesta. Tomé un poco de dinero y esperé "pacientemente" a Elliott, alerta desde la ventana a cualquier tipo de movimiento entre la oscuridad. Hacía meses que no me escapaba por una noche de casa, no sabía si la adrenalina era por eso o por lo espontaneo de todo. ¿A dónde iríamos? ¿de qué podría hablar con él? ¿estaríamos solos? ¿debía maquillarme? ¿no iba demasiado equis?

Las dudas no dejaron de angustiarme hasta que miré una motocicleta detenerse frente a la casa y me quedé en blanco. Por un instante mis pulmones se quedaron sin aire, contemplando su silueta contorneada por la débil luz de los faroles de la calle.

Me quedé inmóvil hasta que su mensaje me sacó de mi ensoñación:

Elliott H: "Ya estoy aquí".

No había tiempo que perder. Corrí a bloquear la puerta con seguro y después corrí de regreso a la ventana, abriéndola de par en par. La noche me recibió como las demás veces: calurosa, solitaria y algo aburrida. En serio esperaba que con Elliott ya no fuera así. Por un instante no supe cómo diablos bajar de ahí, hasta que noté la rejilla adherida a la pared para sostener la higuera escalada que cubría la mayor parte de esta. Si mis cálculos no fallaban, eso me servía perfectamente de escalera. Pasé un pie sobre el borde y luego otro, quedando sentada. Me aferré de ahí mismo cuando tuve que girarme y buscar a ciegas algún orificio de la rejilla por donde apoyar el pie.

Irresistible tentación © [+18]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora