43

1K 75 23
                                    

  

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

  

Hola.

Su voz se escuchó rara por la línea, débil.

Sentí un horrible peso aplastándome el pecho al instante, costándome respirar. Quizá eran mis terribles nervios, el bombeo constante de mi corazón roto recordándome cada maldito segundo que nada estaba bien, o simplemente era mi miedo por aceptar el maldito desastre tan evidente que era mi vida y que yo sola había causado. No lo sabía con certeza. No sabía ni cómo me sentía en general. Todo era demasiado confuso.

Lo que fuera, luché contra ello y traté de arrojarlo lo más lejos posible.

—Hey —respondí a los segundos, sin ánimos. Mi voz era una pastosa mezcla ronca y congestionada de la mierda en la que estaba hundida.

¿Cómo has estado? ¿Ya comiste? ¿Te tomaste tu medicamento? —soltó pregunta tras pregunta como una ráfaga de disparos directos al blanco, aturdiéndome más. Me conocía demasiado bien para mi gusto. Me quedé callada, así que siguió—: Me tenías muy preocupada. Desapareciste.

"Estoy peor que la mierda. No he comido nada en todo el día, ni siquiera me pasan las horas, y tampoco estoy tomando un carajo de medicinas. Creo que ya me afectó. Pero no te preocupes, fuera de eso, sigo viva, gracias por preguntar".

—Sigo procesándolo, supongo —me limité a contestar.

Había esperado tanto por esta conversación, que me quería abofetear yo misma por lo difícil que lo estaba volviendo. Sentía la garganta seca y el cuerpo tullido, me dolía la cabeza y el estómago me ardía por la falta de alimento. De verdad que me sentía muy mal, pero no tenía nada de fuerzas para hacer algo al respecto. Mi existencia entera se rehusaba a levantarse de la cama.

Yo igual —suspiró de vuelta, consternada, como si no supiera cómo tomarse las cosas—. Todo fue... demasiado inesperado.

Tenía tantas dudas cruzándome por la cabeza. Tantos remordimientos. Y lo peor era esa molesta y asfixiante sensación de que estaba cometiendo un grave error. Uno del que no tenía ni puta idea. Por donde me viera, había problemas. Yo lo era. Mi presente lo era. Y no quería enfrentarlos. No podía. Mi cabeza y mis sentimientos eran un lío. Uno gigantesco, cansado y demasiado contradictorio como para solucionarlo.

Sabía que esto no tendría un pronto final. Ni siquiera estaba segura de que lo tuviera. Pero aun así, con toda la pereza y frustración que me gastaba, quise hacer algo. Tenía que hablar con Dalilah. Tal vez ella podría ayudarme a organizar mi mente.

Lo que fuera era bueno.

—¿Tú lo sabías? —boté la pregunta de golpe, sintiéndola extraña y ajena en mis labios. No sabía si quería escuchar la respuesta, de hecho, preferiría una patada en las costillas y que me dejaran en reposo por los próximos meses, pero me había prometido no exaltarme esta vez. Quizá sabiendo todas las versiones lograría entender las cosas y tener algo de paz—. Está bien si...

Irresistible tentación © [+18]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora