De la vergüenza, quise enterrar la cabeza entre los asientos y esperar a que solito se fuera. El cuerpo entero me hirvió de pena ajena. Quise decir algo en mi defensa para disimularla, pero no se me ocurrió nada coherente.
Para mi buena suerte, el chico misterioso no le dio importancia a mi estupidez. Siguió mirando por la ventanilla sin ninguna aparente intención de conversar. Me mordí la lengua para no soltar ninguna otra tontería. Estaba tan apenada. Mis ojos fueron de un lado a otro recorriendo cada rincón, buscando algo qué hacer o decir.
¿Me recordará de nuestro incidente de hace rato?
La luz en ese momento no daba para mucho. El cielo era una hermosa mezcla de azul, naranja y amarillo. Como una excepcional obra de arte a acuarelas. El grupo de niñas que lo perseguían se pasearon por las filas de autos buscándolo emocionadas.
Me encogí en mi asiento y dejé la bolsa de mis gafas nuevas a un lado. Siempre había tenido cierto conflicto con los prolongados silencios incómodos. Cuando me sentía en tensión junto a un extraño o con alguien a quien no le tengo tanta confianza, la ansiedad me abruma y me desespero. Ya se imaginarán el final. Cuando eso pasa, me gana la risa de la nada o hago comentarios idiotas (como el de hace rato).
No quería quedar como una completa idiota. Traté de entablar una conversación para ignorar mejor mi pánico interno. Presioné el manojo de llames en un puño y me aclaré la garganta para llamar su atención. Al segundo me arrepentí. El carraspeo me salió más escandaloso que en mi imaginación y el chico se volteó otra vez, atento a lo que fuera a decir.
Todo su aspecto era sombrío y poseía una inquietante mirada enigmática. Dos pequeñas esferitas plateadas brillaban arriba y debajo de una de sus cejas. Tenía un piercing ahí y otro en el lóbulo de la oreja derecha. No me gustaban los aretes en los chicos, pero en él quedaban fantásticos.
—¿Por qué te persiguen? —pasé a preguntarle al instante, con una vocecita algo gruesa y neutral.
Si de algo me había ayudado en la vida estar bien pendeja, fue a desarrollar una increíble habilidad patea culos para hacer como si las cosas no me importaran y mi torpe, pero efectiva facilidad de palabra para salir de situaciones vergonzosas.
Divisé un poco de gracia en su rostro.
—Admiradoras —contestó a secas. Les echó un ultimó vistazo por encima del asiento y cuando estuvo seguro de que nadie lo había visto, soltó un suspiro de alivio dejando caer los brazos encima de su regazo—. Ni siquiera tienen edad para entrar a los bares.
Relajó su postura y el asiento pareció acunarlo.
Incluso su voz despedía una sutil sensación de misterio y peligro. Desde una perspectiva literaria, entraba perfecto en la etiqueta de chico malo. Todo de negro, botas trenzadas al estilo vintage y que por la poderosa frialdad en su mirada daba la impresión que es el tipo de chico al que no le importaría huir contigo a media noche, saltarse una que otra ley, emborracharse hasta la conciencia y terminar follando en su auto.
En un auto... mira que conveniente.
Bueno, igual estoy clasificándolo muy pronto.
Arrugué la nariz como cada vez que algo no cuadraba en mi lenta cabeza y fruncí los labios, confundida.
—¿Eres una clase de celebridad o algo así? —apenas terminé de hablar, volvió a alzar las comisuras de sus labios en una malévola sonrisa torcida.
Cada uno de sus gestos demostraban seguridad, arrogancia, rudeza. Su agilidad era demasiado escandalosa como para no hacerlo sobresalir. De pronto me pareció menos serio y más enérgico. Alzó una ceja con altanería y fue inevitable no mirar las perlitas plateadas de ahí.
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Irresistible tentación © [+18]
Romance"Mi odioso vecino sólo apareció para complicarme la vida y despertar tentaciones imposibles de rechazar". [HUMOR/ROMANCE/NOVELA JUVENIL] -CONTENIDO ADULTO (+18). -PROHIBIDA SU COPIA O ADAPTACIÓN. Fecha de inicio: 8/12/19