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Primero no lo entendí. O sea, sentía que debía preocuparme por las muecas perversas que todos pusieron al escuchar el reto, pero realmente ni siquiera sabía qué era eso de body shot. El puro nombre ya me daba una noción —una muy mala, por cierto—, pero nada en concreto.

—¿Cómo es eso? —emití apenas en un hilo de voz, temerosa.

Zachary, como el amante número uno del desmadre y la humillación colectiva, me miró con cierta ternura, pero a la vez formuló una inmensa sonrisa más retorcida y maligna que la del propio satanás.

—Alguien tiene que vaciarte una cerveza entre los senos mientras que Johann los sujeta y trata de beberse la cerveza directamente de ti —expuso, tan directo y sutil como si fuese de lo más normal.

Mi cara fue la exacta representación del: WTF, DUDE?!!

Atónita, volteé a verlos a todos, buscando algún indicio de que aquello era puro cuento y me estaban tomando el pelo...

Pero no hubo nada de eso.

Todos asintieron con suficiencia, dándole la razón a Zach y sepultando lo último que me quedaba de estabilidad mental. Al instante, mi conciencia se saturó de tantos pensamientos y emociones, que fui incapaz de enunciar ninguna respuesta completa. Me ardió la cara de sólo imaginarme aquello. Entre mi pasmo, balbuceé un par de palabras sin sentido, con la vergüenza expandiéndose por todo mi cuerpecito tembloroso.

Y sólo me bastó mirar a Johann para poner todo en perspectiva.

Él se había mantenido serio, raramente inexpresivo, pero su mirada felina brilló en astucia y diversión, plantando una pequeña sonrisa torcida sobre sus labios. Por su cara, estuve segura de que no tramaba nada bueno. Y cómo cereza del pastel, lo siguiente lo soltó con una segura y muy maliciosa lentitud, que se sintió como una potente bofetada en todo mi orgullo:

—No lo va a hacer —aseguró con tranquilidad, sin ningún asomo de duda.

Y porque lo aseguró, fue que se despertó un enanito en mi cabeza a toda prisa y se puso al mando, completamente rehusado a perder ante él, así fuera en una tontería como esta.

—Mejor vamos a... —intentó decir, mirando a los demás e ignorándome.

Oh, no amiguito, tú no tienes ni idea de nada.

—Lo haré —lo interrumpí, firme y segura de no sé qué mierda.

Tampoco supe quiénes fueron los más sorprendidos, si todos allí, o yo y mi abochornada conciencia. Pero lo que sí sabía, era que Johann ni se inmutó ante mi arranque. Resopló con supuesta resignación y se encogió de hombros, aceptando, como si en el fondo se hubiese esperado esa respuesta.

Maldito tramposo.

Tenía que borrarle esa estúpida sonrisita de la cara a como diera lugar.

—¡Eso mamona! —alardeó Reggie al instante, orgulloso de mí.

En un segundo todos estuvimos de pie. Me quité de encima de Kolton, quien se había mantenido muy callado, y me levanté con una rapidez chistosa. Daphne fue corriendo hacia la barra, sacó una cerveza de la hielera a toda velocidad y volvió hacia nosotros con una sonrisa ejemplar para mandar a enmarcar.

A esta gente les encantaba el drama.

—Tienes que quitarte la camisa —dijo Giselle, acercándose a mí.

Durante un muy escaso y fugaz momento de sensatez, quise echarme para atrás, más por pena que nada. Pero con las miradas clavadas en mí sólo hacían que aumentara la presión y esa misma me impulsara a mantenerme firme en mi estupidez.

Irresistible tentación © [+18]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora