—¿Qué mierda haces aquí? —replicó Johann al instante.
Sus hombros se tensaron al límite. La diversión y la ternura de hace un momento fueron brutalmente sustituidos por una severidad nunca antes vista. Lo escrudiñó con odio, apretando los labios y con la impresión de querer asesinarlo ahí mismo. Por un instante, lo desconocí por completo. Fue como mirar a alguien más. A alguien capaz de acabar con cualquiera de una sola patada.
—Es un restaurante abierto a todo público, por si no lo sabías —alardeó Elliott con simpleza.
El rubio seguía igual de impasible que siempre. Tenía su habitual mueca de desinterés total y con las manos metidas en los bolsillos de su jean, aumentaban más sus aires de superioridad y calma. Aun así, en su mirada brilló un rastro de repudio.
Su comentario pasó por alto.
—Lárgate —lanzó Johann con más fuerza, apretando la mandíbula.
Posé una mano sobre su hombro en un débil intento para que se controlara y le di un ligero apretón. No quería montar otra escenita.
—Johann...
Pero ninguno de los dos cedió. Elliott esbozó una pequeña sonrisa de cortesía y tomó asiento frente a nosotros, así, con total calma y naturalidad.
—Por cierto, qué linda estás hoy —me ojeó de arriba abajo en un gesto rápido y pronto volvió a Johann, haciendo un mohín de asco—. Lástima que no pueda decir lo mismo sobre tus gustos.
Ni hablar pude. Johann sólo entornó los ojos.
—¿A eso viniste? ¿a joder?
—Tenemos que hablar.
—No —zanjó.
—Sí —regresó la vista hacia mí y la tensión recayó en mi espalda. Yo solo podía observarlos como estúpida con toda la confusión impresa en mi cara—. Lamento tener que ponerte en medio, gitana, pero es la única forma de evitar que este imbécil troglodita me rompa la cara.
—¿Y quién dice que no lo haré?
Entre mi pasmo noté algunas miradas curiosas clavándose sobre nosotros. Los clientes de mesas cercanas ya habían empezado a percatarse de la creciente pelea aquí.
—Johann, por favor, baja la voz —le supliqué en un murmuro, empezando a sentir la vergüenza burbujeándome por la piel.
Ahora sí se volteó hacia mí y apuntó hacia el rubio con la cabeza, sugerente y la rabia chispeando en todo su ser.
—Dile que se vaya.
—A mí tampoco me hace ni puta gracia tener que soportarte, pero necesito que me escuches —la tranquilidad con la que Elliott hablaba era tan directa y frívola, que hasta a mí me daban ganas de mandarlo a la mierda. Más que nada porque odiaba que me dieran órdenes. Johann pareció pensar lo mismo, porque siguió sin bajar la guardia—. Sólo serán cinco minutos. Es algo que nos involucra a los cuatro.
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Irresistible tentación © [+18]
Romance"Mi odioso vecino sólo apareció para complicarme la vida y despertar tentaciones imposibles de rechazar". [HUMOR/ROMANCE/NOVELA JUVENIL] -CONTENIDO ADULTO (+18). -PROHIBIDA SU COPIA O ADAPTACIÓN. Fecha de inicio: 8/12/19