Capítulo 26

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Las semanas pasaron veloces y día tras día son más comunes las caricias, besos y abrazos entre Ian y yo. A su lado, todas las pesadillas y malos recuerdos sobre la mano que me empujó a través de la ventana desaparecían por completo hasta el punto de volver a actuar y sonreír con normalidad sin tener que temer a mi propia sombra. Tan solo me invadía el temor cuando pasaba por delante de la habitación de la difunta y los terribles escalofríos recorrían mi cuerpo. Mason continuaba viviendo en la hacienda, por lo visto, eran demasiados negocios en los que trabajaba con el vikingo, varias veces entable conversaciones con él y aun me parecía raro que no le hubiese visto antes por la hacienda, sin embargo, el propio Ian justificó estas acciones al confesar que él mismo lo planeo de esa forma; por lo que me contó, tenía algunas sorpresas y no quería que yo supiese nada al respecto.

Cooper continuaba trabajando con normalidad con los cabellos. Por otra parte, ver a Roger deambular por la zona es otro hecho que comenzaba a volverse común, pues el moreno es quien se encarga del diseño de los nuevos establos, creo que tener un arquitecto como amigo es una buena opción en estos casos. Aunque no quisiera, mi sexto sentido me obligaba a estar pendiente a cada uno de los movimientos de estos hombres, no estoy dispuesta a dejar que la situación de la ventana vuelva a suceder. Volví a preguntarle a Dy sobre el día del accidente cuando esta estuvo más calmada, su respuesta solo aumento mi curiosidad. Por lo que entiendo, cuando mi amiga bajo a la cocina se encontró ahí con Cooper y Roger, este último acababa de regresar del baño; por lo visto, ambos se tomaban un breve descanso de su trabajo y según le contaron Mason se había acostado a dormir en su habitación debido al cansancio. Preferí, por el momento, dejar el tema de lado y concentrarme en las nuevas circunstancias de mi vida.

Las lluvias comenzaban a hacerse comunes en esta última quincena, los primeros días Ian y algunos trabajadores habían asegurado todos los establos, es especial los destrozados corrales de Sombra. Mientras los vientos no subieran su furia, no debía de haber peligro para los animales. Este hecho conllevó a que el vikingo pasase la mayor parte del tiempo en casa y, aunque él no deseaba admitirlo, no me perdía ni pie ni pisada. En parte porque se sentía culpable de no haber estado presente el día del accidente en la ventana y por ello, me lo compensa ahora con su compañía y muchos mimos.

Nos encontramos acostados en el sofá del despacho, yo sobre él, entre sus piernas y descansando sobre su pecho. Escucho atentamente la suave voz de Ian mientras me lee un nuevo libro, esta vez se trata de aventuras en épocas medievales, lugares rodeados de bosques y enormes castillos llenos de antiguas leyendas. Tanta calidez junto al sonido de la lluvia en el exterior provoca en mí una relajación que nunca había sentido. Desde hace un tiempo me he acostumbrado a este tipo de actividades con el vikingo y la verdad es que disfruto mucho de ello. Miro el anillo que se ubica en mi mano para luego alzar la vista en dirección al concentrado rostro de Ian quien atiende a las palabras escritas en el libro, pero rápidamente aparta su atención de ello al percibir mi mirada.

—¿Sucede algo? —pregunta a la par que me acaricia los rubios cabellos.

—Solo miraba—contesto con una sonrisa.

Ian cierra el libro asegurándose primero de marcarlo en la página correcta para segundos después apartarlo a un lado del sofá. Se levanta un poco para poder acercarme más hasta sus brazos mientras me abraza por la cintura y deposita un suave beso sobre mis labios.

—¿Y te gusta lo que ves? —Sonríe con picardía mientras sus besos descienden por mi cuello.

Amplio aún más mi sonrisa y acompaño su picara mirada.

—Serás creído.

—Sí, soy un creído de máximo nivel. —Vuelve a acercar sus labios a mi cuello—. Sin embargo, soy un creído que te atrae y logra poner a cien todos tus sentidos.

OJALÁ...Donde viven las historias. Descúbrelo ahora