Llego exhausta a casa dos horas después de los sucesos ocurridos en la cafetería con el moreno misterioso. Estoy furiosa por los acontecimientos del día de hoy, pero lo peor de todo es que no paro de pensar en la propuesta del desconocido, como si una parte de mi cerebro la estuviese considerando.
— ¡Está usted demente!
Recuerdo que le grité cuando escuché sus palabras mientras me levantaba bruscamente de la mesa donde nos habíamos sentado a por unas tazas de café.
—Es comprensible que reaccione de esa manera, no soy más que un desconocido para usted—contestó—. Sin embargo, le puedo asegurar que no me interesa como mujer en lo más mínimo, solo le ofrezco un negocio en el que ambos salgamos beneficiados.
—Me marcho de aquí.
No sé qué me molestó más, si su prepotencia o que me dijese que no me veía como una mujer, ¿Qué diablos significaba eso? ¿Soy un ogro?
—Entiendo. —Vuelve a responder el moreno—. Si cambia de parecer no dude en llamarme. —Extiende una tarjeta de contacto—. Tiene un máximo de tres días para considerar mi propuesta.
No comprendo por qué diablos tomé la tarjeta, el caso es que lo hice, luego de ello salí del local y ahora me encuentro en mi apartamento con la cabeza llena de confusos pensamientos. Es cierto que pedí un milagro, pero jamás imagine que se manifestaría como un alto y corpulento moreno con apariencias de vikingo pidiéndome matrimonio.
Decido llamar a mi amiga para contarle, pero antes voy a la nevera por un pomo de exquisita y extraordinaria Nutella, el chocolate siempre me animaba la vida por muy mala que fuesen las situaciones, la verdad no entiendo como lograba mantenerme delgada con todo lo que comía. Luego de par de cucharadas de la deliciosa crema, busco el teléfono y marco el número de Ana quien responde al tercer timbre.
— ¡Harley cariño! ¿Qué tal tu día?
—Horrible.
—No me digas, el señor Bernard volvió a echarte la bronca.
—Peor—respondo— Me ha despedido.
— ¿Qué ha sucedido?
La voz de mi amiga no parece muy sorprendida con lo ocurrido. Con todo lujo de detalles le narro los sucesos en el día incluyendo la ¨oferta de trabajo¨ del moreno.
—O sea, un viejo pervertido te ha dicho que está dispuesto a ser tu sugar daddy.
Pienso la respuesta unos segundos.
—No creo que sea como un sugar daddy, ha dejado muy claro que no está interesado en mí, sería más bien como un negocio, ni siquiera es muy mayor, por su apariencia no debe tener más de cuarenta, aunque...
— ¿Qué ocurre?
—Ahora que estoy más relajada, caigo en la cuenta que a pesar de su ruda apariencia es un hombre muy guapo ¿Por qué está haciendo todo esto por una esposa?
—No le des muchas vueltas al asunto, ni siquiera sabes nada de él, yo que tú dejaría las cosas como están.
Hago silencio, mi amiga tiene razón, no le conozco, no sé su nombre, una persona cualquiera abandonaría este tema y al cabo de unos días bromearía sobre ello, pero a mí la curiosidad me gana.
—Te llamo en un rato Ana, quiero hacer algo.
—Luego hablamos, besos.
Cuelgo el teléfono y comienzo a buscar en los bolcillos de mis jeans hasta que encuentro la tarjeta de presentación del moreno misterioso.
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OJALÁ...
RomanceÉl necesitaba una esposa, ella necesitaba dinero. Enamorarse no era una opción...pero el destino tenía otros planes.