Capítulo 1

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5 años después (Luisiana).

Corro de un lado a otro de la cafetería con la bandeja repleta de tazas de café en la mano. No llevo ni dos días en el nuevo trabajo y ya he destrozado tres platos y discutido con dos clientes que no paraban de mirarme el trasero, solo espero que el señor Bernard, mi jefe, no me despida por estos pequeños problemas. Necesito con urgencia el empleo o lo más probable es que termine durmiendo en la calle para finales de mes.

Era pasado el mediodía del lunes y la cafetería se encontraba repleta de clientes, algunos eran turistas que llegan a disfrutar de la ciudad, otros, trabajadores de centros en los alrededores que se hallan en su horario del almuerzo y desean descansar un poco antes de regresar a su jornada laboral. La cafetería no era la más grande de la zona, sin embargo, posee un ambiente cálido y acogedor. Decorada con un auténtico estilo de los años sesenta, cuenta con varios pares de mesas y una barra con taburetes para los que deseasen sentarse más cerca del mostrador.

Nunca nos faltaba clientela debido a los exquisitos pasteles de Marta, nuestra cocinera. A sus casi cincuenta años de edad era una diosa de la repostería capaz de elaborar desde las recetas más simples a las más complejas. Antes de comenzar a trabajar aquí, solía venir bastante seguido solo por una buena taza de café y una rebanada de pastel de chocolate, de solo pensarlo mi boca se vuelve agua.

«¡Céntrate Harley, tienes trabajo que hacer!» me regaño mentalmente. Llevo una bandeja con par de sándwiches a una de las mesas cercana a la puerta de entrada para luego regresar tras el mostrador a por nuevas órdenes.

— ¿Qué tal las cosas por allá? —pregunta Marta desde la cocina.

—Un poco ajetreadas, pero por lo menos no he roto nada hoy—contesto en broma.

—Deberías poner en tu nueva novela tu experiencia como camarera en la vida de la protagonista, a tus lectores les podría gustar.

—Estoy segura que no pararían de reírse; no obstante, para eso primero debo lograr que alguna editorial quiera publicar mi libro.

La tristeza invade mi voz, han sido tiempos difíciles para mí este último año, todas las editoriales que conozco rechazaron mis manuscritos y la verdad es que comienzo a perder las esperanzas. Gané un poco de dinero vendiendo algunos cuentos y reseñas por internet, pero no me alcanza para pagar todos los gastos del apartamento, y las deudas ya comienzan a acumularse, incluso corro el riesgo de que presenten cargos legales contra mí por no pagar el alquiler. Necesito un milagro para salir de esta.

Me sobresalto cuando siento la mano de Marta sobre mi hombro dándome ánimos. Conozco a la mujer casi desde que era una niña, es un lugar pequeño y casi todos en el barrio nos conocíamos; es agradable tener personas como ella con las que contar, se siente menos solitario. Bernard era uno de los pocos que se había mudado recientemente, adquirió el local hace apenas medio año y lo convirtió en un lugar acogedor para los clientes. Es un hombre de estatura baja, rondaba los cuarenta años de edad y aun así ha perdido prácticamente la mayor parte de su cabello.

—Será mejor que lleves este café a la mesa cuatro—dice la mujer a mi lado—. No te preocupes yo me encargo de la barra en lo que regresas.

Asiento tratando de colocar una falsa sonrisa en mi rostro. Coloco la taza con el humeante líquido en su interior sobre la bandeja y me encamino a servir a los clientes. Falta solo menos de medio metro para llegar a la mesa cuando un alto hombre pasa despistado por delante de mí provocando que tropiece y caiga al suelo, mientras el caliente café termina derramándose sobre su costoso traje negro de negocios.

Todos los ojos de la cafetería están sobre nosotros, el hombre ante mí me tiende la mano para ayudar a ponerme en pie.

—Dios bendito, lo siento mucho no era mi intención. —Me llevo las manos al rostro, avergonzada.

OJALÁ...Donde viven las historias. Descúbrelo ahora