Los días que faltaron para Navidad transcurrieron igual que siempre en la hacienda y, por fin, la tan esperada fecha para algunos y odiada por mí llegó. Ian tampoco se notaba muy animado a causa de las celebraciones. Desde el día anterior les dio vacaciones a sus trabajadores, incluyendo a Cooper, para que pasaran el tiempo con sus familiares y amigos más cercanos. Presencié como algunos de estos le ofrecían al vikingo la invitación de pasar la Noche Buena y la Navidad en sus casas cenando, pero Ian siempre con mucha delicadeza lograba rechazarla, usualmente utilizando la excusa de que sería su primer fin de año junto a su mujer y querían aprovecharlo al máximo.
«¡Genial! Ahora me convertí en la vía que le facilita al Grinch escaparse de las celebraciones».
Desde la mañana Ian se la pasó sumido en tareas de la hacienda y los caballos. Si me preguntan, un pretexto para mantener su mente ocupada. Recuerdo que Cooper me contó que estos tampoco eran buenos tiempos para él. Yo, por mi parte, intento pasar mi día distraída dando vueltas por la casa de un lado a otro, evitando pensar en viejos recuerdos. Al ser esta una época familiar me traía un poco de añoranza de cuando la pasaba con mis padres. Paso la mayor parte del tiempo encerrada en el despacho de Ian en compañía de Holmes tratando de leer o escribir un poco, pero la ansiedad me gana y se hace difícil la tarea.
Cuando comienza a caer la tarde me doy una rápida ducha de agua calienta antes de que las temperaturas del exterior desciendan más. A pesar de la frialdad la casa está cálida por lo que utilizo solamente un short y un jersey, mi cabello si lo dejo caer suelto y libre por mi espalda, ni siquiera utilizo maquillaje, no hay motivos para arreglarse. No tengo mucha hambre por lo que regreso al despacho del vikingo con la intensión de volver a leer otro poco. No he visto a Ian en todo el día, pero no me sorprende cuando le encuentro en la habitación.
—Buenas noches. —Le saludo.
Ian se gira y me sonríe. Se halla parado frente a la chimenea encendida, en la mano lleva un vaso de cristal con algún tipo de alcohol en él. Se nota agotado.
—¿Quieres algo de cenar? —Que yo no tuviese hambre no significa que condenase al vikingo a no comer.
—No te preocupes por eso, algunos de los chicos han enviado comida. —Su voz suena distante—. Siéntate un rato aquí conmigo.
Entro a la habitación mientras Ian se dirige hacia el mostrador donde se encuentra una botella de tequila abierta, echa un poco del líquido en un nuevo vaso y me lo extiende, no me lo pienso ni dos segundos para aceptar. Necesito la bebida. Nos quedamos en silencio unos segundos observando el fuego.
—Cuéntame de ti, de tu pasado. —Siento como Ian pregunta.
—No hay mucho que decir.
—Aun así, me gustaría saber algo. —Bebe un sorbo de su vaso—. Es lo justo, tú has averiguado mucho del mío.
Le observo con los ojos abiertos de par en par. Pensaba ver su cara de reproche o enojo, pero en lugar de ello solo encuentro una enorme sonrisa.
—¿Desde hace cuánto lo sabes?
—Desde el día en que te atacó Sombra, te quedaste dormida en la cama con los informes de hace cinco años sobre el regazo. —Su sonrisa se vuelve tranquilizadora—, No te preocupes, es normal que busques y te informes si convives o no con un asesino.
—Nunca he pensado que seas un asesino. —Ian alza la ceja en burla—. Solo sentí curiosidad, pero asesino no eres.
El vikingo guardó silencio por unos segundos.
—Entonces, ¿Me contarás algo de ti?
Ya a estas alturas ambos estábamos sentados en el sofá, uno frente al otro. No pude evitar sonreír al pensar en nuestra noche de hace unos días, en este mismo lugar, en condiciones parecidas.
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OJALÁ...
RomanceÉl necesitaba una esposa, ella necesitaba dinero. Enamorarse no era una opción...pero el destino tenía otros planes.