1 año después del Epílogo
¡Dos años! Dos largos y maravillosos años han transcurrido desde que Harley se cruzó en mi camino manchando mi traje de café, aceptando mi descabellado acuerdo de matrimonio e inundando de felicidad, sin saberlo, cada uno de los rincones de mi alma. Ya han pasado dos años desde que mi mundo en blanco y negro se tiñó en los miles de tonalidades que ofrece un arcoíris. Los días amargos, ahora, tales parecen un lejano sueño, una pesadilla. No recuerdo haber experimentado este nivel de dicha antes, recuerdo tener momentos alegres, pero ninguno como el de ahora.
¿Quién me diría que yo, un negado a la familia y el amor, acabaría anhelando el entorno familiar más que nada en el mundo?
Quizás estuve tan obsesionado con el trabajo y limpiar mi nombre que no tuve tiempo para plantearme lo que en verdad importaba, provocando que casi lo perdiera. Sin embargo, al ver a mi esposa y a mis hijos sentados en el sofá de mi despacho mientras leen un libro comprendo que no cambiaría nada de mi vida ahora mismo.
Y sí, lo he dicho bien, hijos. Hace pocos meses Harley había dado a luz un pequeño bebé de cabellos oscuros, ojos azules y mejillas sonrojadas al que decidimos llamar Tristán.
—Ya tenemos a nuestro mini vikingo. — Fueron las palabras que me dijo en cuanto vi al pequeño por primera vez, recuerdo que fue un día lleno de lágrimas de alegría.
Incluso la pequeña Nina estaba emocionada por la llegada de su hermanito. La pequeña de cabellos dorados recientemente había cumplido dos años de edad y ya balbuceaba muchas palabras difíciles de entender; no obstante, había una la cual repetía sin descanso y era música para mis oídos: Papá.
Observo como Harley carga a Tristán entre sus brazos para que no llore y acurruca a Nina en su costado mientras continúa leyéndole algún cuento infantil a ambos. Me siento muy orgulloso de llamarla mi esposa. Es una mujer valiente, decidida, alegre, que nunca se da por vencida. Desde su primera novela, Mi Vikingo Diabólico, ha publicado dos obras más, todas inspiradas en nuestra propia historia de amor y la alegría de nuestros hijos. Harley se ha hecho cargo de la hacienda a mi lado y ha domado por completo a Sombra, un hecho que aún no deja de sorprender a los trabajadores.
La yegua negra tuvo un pequeño potro también y he intentado dárselo a Nina, aunque Harley aún se opone un poco a ese hecho, dice que nada de caballos para los niños hasta los cinco años. Para ser toda una guerrera de mujer es sobreprotectora con ambos pequeños, pero eso solo hace que su amor y bondad reluzcan más.
Estamos en la época de Navidad y la casa está abarrotada de luces y regalos, incluso en mi despacho se alza un pequeño pino con las decoraciones típicas de un árbol de Navidad. Nunca pensé que sería el tipo de hombre que se emociona por estas celebraciones, pero a los niños y a Harley le gusta así que a mí también.
Ninguno de ellos se ha percatado de que les llevo observando por unos minutos desde la puerta, pero debo de hacer un ruido o algo por el estilo pues Nina se gira en mi dirección. Sus ojos se llenan de brillo en cuanto me ven y baja del sofá para venir corriendo en mi dirección con una sonrisa en sus labios y sus dos coletas rubias moviéndose tan rápido que parecen pequeños rayos de sol. La sostengo por la cintura y la alzo con facilidad para darle un beso en la mejilla.
—Papi. —Me dice con su suave voz de niña pequeña.
«Yo soy su papá y ella es mi princesa».
Harley se levanta del sofá y camina con Tristán en brazos hacia mi lado, también me besa.
—Feliz Navidad cariño.
—Feliz Navidad— respondo entre susurros.
Acaricio su mejilla con mi mano libre y luego beso la frente de mi pequeño vikingo. No puedo evitar que mis ojos se llenen de lágrimas al contemplar el mayor logro de mi vida: mi familia.
—Pasa algo. —La voz de Harley suena preocupada, me percato que las lágrimas ya cayeron por mis mejillas.
Niego con la cabeza y acerco a mi mujer a mí por la cintura para besar su frente y abrazar a mis dos hijos al mismo tiempo.
—Solo que te amo mucho.
Harley sonríe y me devuelve el beso.
—Yo también te amo.
No sé las cosas que me deparará la vida o los momentos oscuros que me queden por delante, pero mientras tenga a mi familia todo valdrá la pena.
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OJALÁ...
RomanceÉl necesitaba una esposa, ella necesitaba dinero. Enamorarse no era una opción...pero el destino tenía otros planes.