Debo admitir que la sensación de estar volando, junto con las vistas del cielo azul celeste, compensan todas las torturas sufridas en el aeropuerto. El viaje de Nueva Orleans, Luisiana, hasta Houston, Texas, duraría un aproximado una hora con veinte minutos; es demasiado tiempo como para estar sentada en uno de los incómodos asientos de avión sin hacer nada, y la verdad, luego de cinco minutos en el aire ya es aburrido mirar por la ventanilla. Algunos de los pasajeros, por no decir casi todos, reclinaron sus butacas hacia atrás con la intensión de tomar una pequeña siesta apenas habíamos despegado, intento seguir su ejemplo, pero, aunque el descanso me hubiese venido de maravilla, no encuentro una posición lo suficientemente cómoda para dormir en el pequeño espacio.
Aún queda la opción de intentar entablar una nueva conversación con Ian, pero tampoco me apetece ni una pisca. Continúa molestándome su altanería y egocentrismo de nuestra última charla, o para ser más exactos en todas las veces que hemos hablado, y supongo que él también está sorprendido por mis respuestas.
«Ian me necesita tanto como yo a él; será mejor que cambiase su mala educación de Neanderthal y comience a ser un poco más cordial».
Gracias a Dios, no envié todas mis pertenencias junto con el equipaje en la parte inferior del avión, sino que conservé conmigo mi pequeña mochila donde suelo guardar la agenda de notas para trabajar en mis novelas. Saco la pequeña libreta y un bolígrafo, ojeo el encuadernado hasta que hallo algunas hojas en blanco.
Una hora de viaje sería más que suficiente para que se me ocurriesen algunas ideas para mi novela. Agarro fuertemente el bolígrafo dispuesta a escribir; no obstante, mi mente se mantiene en blanco, es como si tuviese alguna especie de bloqueo creativo.
Disimuladamente, observo que se encuentra haciendo Ian a mi lado. Esperaba verle dormir al igual que el resto de pasajeros, sin embargo, en lugar de ello se halla leyendo unos papeles, parece sumamente concentrado en su faena. Me enoja un poco la facilidad que muestra para concentrarse en su trabajo, a pesar de todas las emociones vividas en las últimas veinticuatro horas, cuando yo no logro hacerlo.
Regreso mi atención a la agenda y reflejo en ella toda mi frustración, no obstante, para mayor pesar, solo escribo las mismas palabras repetidas varias veces a lo largo y ancho de las hojas en blanco, dos simples palabras escritas en todos los tamaños posibles: vikingo diabólico. Luego de no dejar ni un solo espacio en blanco sobre las encuadernadas hojas, levanto la vista un poco más tranquila y libre de tensión.
— ¿Relajada?
Vuelvo a mirar a mi acompañante esperando recibir de él un nuevo intento de egocentrismo, pero continúa con la vista fija en los papeles que sostiene entre sus manos.
—Parecías una asesina a sueldo apuñalando a la pobre libreta con el bolígrafo ¿Qué te ha hecho la desdichada para invocar tu furia?
El sonrojo invade mi rostro y siento las mejillas arder, si vio eso, puede que también haya observado lo que estaba escribiendo en la agenda y ya había escuchado esta mañana como yo le llamaba así; no sería raro que asociase que me refería a él con las palabras. Le observo nerviosa por unos segundos, pero me relajo cuando veo la serenidad en él, no parece haber visto el contenido de mis garabatos, y de haberlo hecho no lo ha sacado a relucir.
—No me ha hecho nada—contesto finalmente a su pregunta—. Tan solo intento que se me ocurra una buena idea para escribir.
—Entiendo.
No vuelve a dirigirme la palabra y yo tampoco busco continuar con nuestra fantasmal charla. Por unos instantes considero la opción de arrancar la página en la que garabatee el loco apodo, pero no me gustaba la idea de mantener las rotas hojas en mi mochila hasta que descendiésemos del avión, lo más probable es que terminase olvidando arrojarlas y continuaran en el bolso algunos meses. En lugar de ello volteo la página en busca de una nueva hoja en blanco para comenzar a escribir, puede que no tuviese ni idea de lo que trataría la trama o como serían los personajes, pero de algo si estaba segura, el protagonista masculino debería ser todo lo contrario al vikingo diabólico.
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OJALÁ...
RomanceÉl necesitaba una esposa, ella necesitaba dinero. Enamorarse no era una opción...pero el destino tenía otros planes.