Estoy en la antigua cafetería del señor Bernand, el último empleo que tuve en Luisiana antes de casarme con Ian. Por lo que escuché, el viejo malhumorado se había marchado de la ciudad en los meses que estuve ausente y el negocio recayó en manos de Marta, la cocinera, quien logró sacarlo a flote gracias a los espectaculares pasteles que preparaba. Como siempre le tuve mucho aprecio a la mujer, regresé al local a trabajar como camarera cuando ella me contactó por medio de Ana, ambas salíamos beneficiadas: Ella se libraba de un poco de trabajo y yo ganaba algún dinero extra para mis gastos. No lo pensé mucho y lo acepté, tampoco era algo que pusiese en peligro mi embarazo y necesitaba salir de la casa para relajarme y pensar en otra cosa que no fuese Ian.
Desde la visita de Cooper hace dos días no dejo de estar nerviosa o preocupada, tengo la sensación que en cuanto voltee ahí estará el vikingo mirándome fijamente a los ojos con su peculiar sonrisa pícara. Cuando le conté a Ana sobre ello, noté como intentaba contener una sonrisa mientras decía que no me preocupara, que estaba pensando de más las palabras del vaquero, que de seguro Ian no llegaría sin ponerse antes en contacto con nosotras...era lo más lógico, sin embargo, yo no estaba tan segura. Desde que conocí al vikingo nunca hubo nada lógico o coherente entre nosotros, todo lo contrario, cada palabra o acción era una nueva sorpresa.
—Harley. —Estoy en el mostrados de pedidos cuando siento la suave voz de Marta llamándome desde la cocina provocándome que salga de mi ensoñación—¿Estas bien cariño? Pareces un poco distraída.
El color rojo cubre mis mejillas debido a la vergüenza.
—Lo siento, yo solo...
No tenía escusas que decir, intento pensar sin ponerme nerviosa, pero Marta sonríe y niega con la cabeza.
—Tranquila cariño. —Sale de la cocina para venir a mi lado, su sonrisa se vuelve un poco triste—. Ana me dijo que estas pasando por un momento duro, me pidió que te cuidase a ti y a su ahijado.
Observa mi pequeña barriga hinchada con dulzura. Si hubiese sido otra persona la que me realiza ese comentario quizás me hubiese molestado, pero definitivamente al ser Marta, quien era como una segunda madre y me había visto crecer desde niña, solo podía agradecer por la preocupación.
—Todo está siendo un poco ajetreado—me disculpo.
—¿Y el papá de la criatura? —susurra la pregunta—. No debería dejarte esforzarte tanto a ti sola, trabajas demasiado.
Río sarcástica, de seguro que si aún estuviese con Ian y hubiese sido otro nuestro destino no me habría dejado levantarme de la cama ni hacer ninguna clase de esfuerzo físico.
—El piensa igual. —Es lo único que respondo aparentando felicidad, no estoy preparada para que todos conozcan la verdad—, Pero sabes que soy demasiado terca como para escucharle.
Por lo menos todo no era mentira, esta última afirmación es cierta, soy demasiado orgullosa como para permitirme volver a hablar con Ian, no cuando creo que no tenemos un futuro, no somos esa novela romántica que me gustaría escribir, por eso me marché.
—No has cambiado ni un poco desde que eras una niña. —Señala la puerta que da a la cocina—. Tomate un descanso, me ha dicho la cocinera que hay una rebanada de pastel de chocolate esperándote allá atrás. —Me guiña un ojo y yo sonrió divertida.
Voy a la cocina dando pequeños saltos de alegría. Había descubierto recientemente una gran adicción por las tortas de chocolates de Marta. Mientras devoro el exquisito dulce me pongo a pensar: Quizás lo mejor fuera que con el dinero que tengo reunido me buscase algún apartamento en alquiler y me marchara de casa de Ana, adoraba estar ahí, pero si Cooper había ido a hacerme la visita, significaba que Ian también conocía mi paradero. Califico los pros y contras de mi nueva opción: Si lo hacía, puede que ganase el tiempo suficiente a tener más dinero o que naciera mi bebé y marcharme con el del país o algo. No obstante, eso significaría continuar huyendo, y no me apetecía ni un poco pasar mi vida de esa manera, además, si el vikingo pudo averiguar que estaba en casa de Ana también averiguaría mi nueva localización, por no decir que necesitaba el dinero para comenzar a comprar las pertenencias del bebé.
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OJALÁ...
RomanceÉl necesitaba una esposa, ella necesitaba dinero. Enamorarse no era una opción...pero el destino tenía otros planes.