Doy vueltas de un lado a otro de la espaciosa habitación rebuscando en mi cabeza una frase, una línea, una idea...cualquier cosa que me ayudase a escribir el primer capítulo de mi novela, pero por más que intento pensar en algo, la maliciosa sonrisa de Ian era lo único que llega a mi mente. Luego de haberme marchado de su despacho, subí corriendo al dormitorio sin ni siquiera girar la vista atrás. Tenía miedo que, de haberlo hecho, hubiese tomado el primer jarrón, libro u objeto puntiagudo que se pudiera utilizar como arma y estampárselo en el centro de la cabeza, tal vez de esta manera, sus pocas neuronas hicieran contacto y dejara de decir sandeces.
Ese hombre pone mis nervios en punta, ya no sé cuándo habla en broma o cuando es serio. No sé cómo reaccionar de manera lógica y pausada ante él y sus provocaciones. Tarde o temprano, siempre termina por estallar mi carácter como si se tratase de una bomba nuclear con un reloj en cuenta regresiva.
Tomo mi agenda de notas y el bolígrafo por quinta vez consecutiva desde que decidí ponerme manos a la obra «¡Vamos Harley, tú puedes!», me digo a mí misma para darme ánimos, sin embargo, lo único que logro escribir sobre la blanca hoja son líneas repletas de insulto y defectos de Ian Cates. «¡Mierda! ¿Quizás estoy exagerando un poco?». Debo relajarme, es solo mi primer día de casada en comparación al largo año que me queda por delante. Dicen que los primeros meses de un matrimonio suelen ser los más difíciles debido a la adaptación de la vida en pareja, tal vez Ian y yo estábamos demasiado acostumbrados a la vida en soledad y por ello terminábamos discutiendo seguidamente.
Según Cooper, Ian no ha tenido parejas desde la muerte de Melanie, y yo, bueno, mejor yo no opino, ya esa es otra historia, hasta un perezoso debía de tener más vida romántica y sexual que la mía en estos últimos años; cualquiera que supiese de mi vida íntima diría que estoy haciendo los votos para ser monja en un convento.
Escucho a lo lejos el tono de mi teléfono celular sonar con la canción acústica de The Kill del grupo 30 Seconds to Mars. En el fondo, agradezco la interrupción del rumbo que comenzaban a tomar mis pensamientos, sino sabe Dios como hubiese acabado mi charla mental. El sonido proviene de mi equipaje, aun sin sacar de la maleta. Busco a ciegas, estirando la mano entre las diversas pertenencias rezando para que no se cayese la llamada. Finalmente, luego de minuto y medio, logro localizar el móvil. Observo el número en la pantalla y veo que se trata de Ana.
«¡Diablos! Olvidé llamarla esta mañana para informarle que llegue bien». De esta mi amiga me mata, dudo mucho que acepte la excusa de mi catastrófico despertar el día de hoy.
—¡Ana! —contesto la llamada emocionada, es genial volver a escuchar una verdadera voz amiga.
—¡Harley! Gracias a Dios que respondes.
Al escuchar su voz, a pesar del poco tiempo transcurrido, me doy cuenta de cuanto la extraño, no por el hecho de que no la he visto hoy, sino porque no sé cuándo la volveré a ver. Quitando mi propio sentimentalismo me percato de algo importante, la voz de Ana se escucha nerviosa, un segundo más en tardar en responder y puedo jurar que se hubiese echado a llorar.
—¿Qué ocurre? —pregunto preocupada, si le ha sucedido algo a Ana jamás me perdonaré por no estar ahí para apoyarla.
—Escucha atentamente Harley, te compraré un pasaje de regreso para hoy mismo, o si prefieres voy yo y me invento alguna escusa familiar para traerte de regreso a Luisiana.
—¿Qué estás hablando Ana? Explícate de una buena vez, me estás comenzando a asustar.
—Estas en grave peligro Harley. —Los pelos de mi piel se erizan ante su confesión—. Luego de que te marchaste me quede pensando una y otra vez en el nombre de Ian Cates, juraba y volvía a jurar que lo había escuchado en otro lado y no exactamente ligado a la cría de caballos como me contaste tú. —Exhala un rápido suspiro antes de decir sus siguientes palabras, sin embargo, yo ya sé de qué se trataba—, Harley, tu esposo fue acusado del asesinato de su ex mujer hace cinco años.
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OJALÁ...
RomanceÉl necesitaba una esposa, ella necesitaba dinero. Enamorarse no era una opción...pero el destino tenía otros planes.