Me dejo caer sobre una pequeña silla que se haya junto al mostrador de la librería. «¡Embarazada!», grita mi mente una y otra vez, aun no puedo creerlo. Por Dios ¿cómo no me di cuenta antes de ello? Diana no deja de hablar frente a mí, pero no soy consciente de sus palabras. Continúo perdida en el inmenso mar de mis propios pensamientos, necesito digerir bien esta nueva noticia. Una mezcla de miedo y alegría se remueve en mi interior, nunca me he visualizado como madre, incluso siempre pensé que sería un pésimo ejemplo a seguir, ni siquiera soy amante de los niños. No obstante, al saber que una nueva vida se forma en mi interior, sangre de mi sangre, mi propio bebé, la calidez de mi corazón brota por sí sola.
—Tenemos que decirle a Ian. —Las palabras de Dy logran sacarme de mi ensoñación, tan solo con escuchar el nombre del vikingo el miedo vuelve a florecer.
—¡No! —exclamo—. Él no debe saberlo, no aún.
Diana me observa como si estuviera loca.
—No puedes ocultarlo Harley, es el padre ¿Qué vas a decirle cuando la barriga crezca? ¿Qué tienes gases?
Ignoro su sarcasmo.
—No quiero ocultarlo, tan solo pensar la mejor manera de decirle. —Me pongo en pie nerviosa—. No puedo esperar que cruce esa puerta y decirle: Felicidades Ian vas a ser papá. ¡No! Esto es algo que debo decirle con calma y primero que nada acabarme de creer yo que no es un sueño.
—¡Estas histérica! —grita mi amiga quien también se encuentra de los nervios.
—Me acabo de enterar que seré mamá, ¿Cómo se supone que este?
Las lágrimas se acumulan en mis ojos, ambas nos miramos por unos segundos en silencio y luego Diana es la primera en echarse a reír. Se acerca a mí y me abraza con fuerza, esa simple acción logra consolarme, la necesitaba.
—Todo estará bien Harley. —Se aparta un poco de mí y veo que ella también llora, aunque puedo apostar que seguro no es por el mismo motivo que yo—¿Puedo ser la primera en felicitarte?
Está feliz por mí, no puedo culparla cuando yo misma, comienzo a sentir esa felicidad. Asiento con una sonrisa.
—Felicidades cariño—vuelve a abrazarme fuertemente.
Pasamos el resto del día en su librería debatiéndonos si sería niña o niño el bebé. Debo llamar a Ana y contarle, además de buscar un médico que me atienda y me haga todos los exámenes necesarios, quiero que mi hijo llegue muy sano al mundo por lo que debo informarme bien de todo. Sin embargo, antes que nada, debo contarle a Ian, esa es la parte que más se me complica porque no sé cómo reaccionará. Por lo que él me contó no está negado a tener descendencia, pero deseaba eso en un futuro, no ahora que él no se entiende a sí mismo, la hacienda continúa siendo lo primero para él.
Luego de varias horas, el vikingo entra en la librería volviendo a hacer que los nervios renazcan. Con la mirada le pido a Diana que actué con normalidad, esto es algo de lo que debo encargarme yo y solo yo; no obstante, no soy capaz de mirar a Ian a la cara. Tomo mi bolso con todas las pruebas de embarazo dentro y regresamos a la camioneta, le prometo a Dy entre susurros que la llamare luego para contarle la reacción de Ian. En más de una ocasión el vikingo me pregunta si ha sucedido algo o si mis malestares han empeorado, yo solo niego e intento sonreír.
«¿Cómo le digo?».
Mientras emprendemos al camino a la hacienda, voy escuchando algunos de los temas musicales que descargue esta mañana en mi teléfono para intentar relajarme. Pero ni siquiera las pegadizas letras me ayudan a ello. Mi mente divaga en la nueva vida que nace en mi interior y de un instante a otro logro visualizarme con un pequeño bebé entre brazos, sinceramente, las perspectivas cambian mucho cuando llegas a tener tu propio hijo. Ahora entiendo a todos esos viejos conocidos de la infancia que al igual que a mí la idea de tener un niño les aterraba, y, sin embargo, cuando les tocó a ellos parecían los padres más afectivos del universo. A mi bebé no le faltará amor, no le faltará nada y estoy segura que Ian, a pesar de no esperárselo, lo comprenderá y se enternecerá igual que yo.
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OJALÁ...
RomanceÉl necesitaba una esposa, ella necesitaba dinero. Enamorarse no era una opción...pero el destino tenía otros planes.