Prólogo

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(Houston, Texas).

La habitación se encontraba sumergida en la escalofriante oscuridad de la noche, todas las lámparas de la recamara están apagadas. Ian no entendía cómo logró llegar a su cama junto a su esposa que dormitaba tranquila y serena. Los últimos recuerdos en la mente del confundido hombre era su discusión con Melanie aquella mañana, para luego marcharse a por unas copas junto a su buen amigo Roger, de ahí en fuera, toda su memoria parece difuminarse como una espesa niebla.

La pelea con su esposa resultó muy acalorada, como todas las que habían tenido en los recientes dos meses, por lo que Ian decidió marcharse antes de decir algo de lo que luego se pudiera arrepentir. Quería y apreciaba a Melanie, no tenía dudas de ello, pero era consciente de que ese cariño no era correspondido desde hace algún tiempo, todo lo contrario, su amada se dedicaba a sacarle en cara todos los días del mundo lo despiadado que era al mantenerla viviendo en el rancho familiar y no en un apartamento moderno de la ciudad. Cada insignificante detalle era un nuevo motivo de discusión para Mel, y ya Ian comenzaba a hartarse de ello.

Un fuerte dolor de cabeza le invade la zona de la frente al tratar de recordar los acontecimientos ocurridos en las recientes horas, por lo visto se había pasado de copas con Roger y ahora era víctima de una buena resaca. Intenta incorporarse de la cama para ir a por un vaso de agua cuando algo a su lado le llama la atención: el colchón se halla completamente mojado.

Un pánico inexplicable se apodera de él y, de un solo salto, llega al interruptor de corriente que se encuentra en la pared cercana a la cama. Al encender las luces un sudor frío brota de su cuerpo y las náuseas invaden su estómago.

- ¡Melanie! -El grito desconsolado de Ian rompe el silencio de la noche.

La visión que se mostraba ante sus ojos era lo más espantoso que había percibido en su vida, algo que estaba seguro que jamás olvidaría: el cuerpo de su esposa se hallaba tendido sobre la cama escasamente vestido y con chorros de sangre que emanaban de su garganta limpiamente cortada.

-Mel, por favor cariño, reacciona, dime algo.

Las gruesas manos de Ian acarician, temblorosas, el pálido rostro de la difunta. Se niega a creerlo, no lo aceptaba, sus pensamientos no fluyen con claridad, las preocupaciones sobre cómo había llegado a su cama junto al cuerpo de su esposa se esfumaron de la mente del moreno en el mismo momento en que encendió la luz de la habitación.

Con la desesperación creciendo por segundos en su interior examina el cadáver de Melanie en busca de algún signo vital, tras comprobar la ausencia de los mismos intenta reanimar a su esposa provocando que sus manos, ropas y rostro terminen manchados de sangre por completo

Tras varios minutos de vanos esfuerzos, Ian acepta la cruda realidad: su esposa se ha ido para siempre.

- ¿Quién te ha hecho esto?

La rabia se apodera de su tono de voz, mientras que el silencio de la habitación es la única respuesta a su pregunta. A pesar del aturdimiento de sus sentidos siente, a lo lejos, el sonido de una puerta de madera caer contra el suelo junto con varios pasos entrando en la casa «Han venido a por mí», piensa, pero continúa inmóvil junto al cadáver de Melanie.

-Juro que hallaré al responsable de tu muerte, por mi vida que lo encontraré y lo pagará caro.

No llora, no lo hace desde niño, siempre se ha mostrado capaz de controlar sus emociones ante situaciones difíciles y no se derrumbará ahora.

Los pasos se escuchan cada vez más cerca del dormitorio, parecen ser varias personas. Giran la manija y lentamente comienzan a abrir la puerta de la habitación. Ian escucha el sonido del arma cargar sobre su cabeza. Sin embargo, sus músculos se niegan a moverse.

-¡Policía, no se mueva! ¡Quédese justo donde está! -Ian alza las manos aun sin pronunciar palabras-. Ian Cates, queda usted detenido como sospechoso del asesinato de su esposa Melanie Cates.

OJALÁ...Donde viven las historias. Descúbrelo ahora