Capítulo 19

31.3K 2.5K 268
                                    

Luego de los momentos de sinceridad compartidos con Dy en la cafetería, siento que nuestra amistad se ha fortalecido, Ana continuó insistiendo en que leyese los nuevos informes, pero yo seguía en negativa; ahora, mis dos amigas comprenden la razón por la que yo no deseo ahondar más en el pasado del vikingo; no obstante, cada vez que explico este motivo ellas intercambiaban miradas cómplices como si se comunicasen por telepatía, sus sonrisas parecen decir algo que yo desconozco por completo.

Terminando el horario de almuerzo, Diana regresó a la librería, mientras que Ana y yo continuamos dando vueltas por el centro comercial a la espera de que Ian nos llamase para regresar a casa, como ya no teníamos lugar a donde ir y yo no conocía mucho de Houston como para mostrarle a Ana los alrededores, luego de par de horas terminamos regresando a un café. Cada cual pide una taza del oscuro brebaje, mis manos y labios agradecen el caliente líquido en comparación con las frías temperaturas que había en el exterior del local.

—¿En serio no quieres saber nada del asesinato? —pregunta Ana por milésima vez el día de hoy.

—No pesada, ya para con eso.

—¿Nada, nadita? —añade realizando un puchero con los labios.

—Pues no.

—¿Ni siquiera que las pruebas contra tu esposo carecían de sustentos?

—Eso ya lo sé. —Miro a mi alrededor procurando que nadie nos escuche—. Y baja la voz que muchas personas de por acá aún creen en esas idioteces sobre Ian.

Ana asiente, pero sigue con su tarea de convencerme.

—¿Sabes que oficialmente ante la ley no hubo más sospechosos y el caso paso a ser archivado como crimen sin resolver?

—No es noticia nueva. —Ana comenzaba a desesperarse debido a mi falta de interés.

—¿También sabes que el arma del crimen apareció al otro día del asesinato en una esquina de la habitación carente de huellas y que según tóxicos tu marido tenía droga en la sangre?

—No me importa...—respondo automáticamente, pero rápido me doy cuenta de que no conocía la nueva información, no tenía ni idea de ello, si lo que Ana me cuenta es verdad mi teoría sobre que Ian fue víctima de una trampa es cierta.

Mi amiga ve la sorpresa en mis ojos y sonríe, sabe que he caído en su trampa, no hay manera de que me niegue ahora a saber.

—Eso si te interesa ¿cierto? —El tono de sus palabras no abarcan duda alguna de ello.

—¿Qué te hace pensar que es así?

Ana pone sus brazos sobre la mesa para recostarse en ellos e inclinarse hacia delante. Sus ojos me observan fijamente y no puedo evitar ponerme nerviosa.

—Vamos Harley, desde que te enteraste de lo sucedido has creído ciegamente en su inocencia, sin conocerle, sin saber nada de él, tan solo te negaste a creer que Ian hubiese cometido un acto tan maligno. —Debo parecer avergonzada porque mi amiga agrega—. No estoy queriendo decir que te equivoques, incluso yo ahora pienso igual que tú, pero antes si tuve dudas y temía por ti. No obstante, sin pensártelo dos veces tu indagaste en su pasado para demostrarle a todos que no te equivocas en defenderle, pero te engañas a ti misma diciendo que es por curiosidad. Ahora te hechas hacia atrás porque tienes miedo de implicarte emocionalmente. —Mi amiga toma un respiro—. Aun así, estoy segura que eso no te detendrá, necesitas limpiar su nombre de esa injusticia, el impulso te gana y más ahora que te he dado un hecho que es capaz de reafirmar tus ideas sobre todo esto ¿o acaso me equivoco?

Siento el calor subir por mis mejillas, quiero hablar, pero el nudo de emociones que se forman en mi garganta me lo impiden. Es cierto, yo tan solo le creí, pudo haber sido un cruel asesino en realidad y a mí me dio igual, tan solo me negué a aceptar eso de él, confié en su palabra. ¿Qué persona en su sano juicio mental hace eso? ¿Por qué diablos me comporté así? Fácil, porque creí en él, en que a pesar de su actitud de capullo narcisista era una buena persona y, la verdad, desde que he llegado a vivir a Houston, Ian cada día me convence más de ello. Siento la sangre latir a toda velocidad en mis venas, sé que debo decir algo, pero no encuentro las palabras adecuadas. Gracias a Dios, el sonido de un mensaje en mi móvil me salva de la incómoda situación.

OJALÁ...Donde viven las historias. Descúbrelo ahora