Capítulo 32

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Un mes, ese es el tiempo que ha transcurrido desde que abandoné el hospital en Houston y huí de Ian. Tenía el dinero suficiente y mis documentos listos para tomar un pasaje de avión y regresar a Luisiana, le había telefoneado a Ana para que me esperase en el aeropuerto sin decir nada a nadie prometiéndole que le contaría todo al llegar.

Había sido un duro mes, pero aquí estaba, intentando seguir con mi vida, sin embargo, no ha sido tarea fácil. Tuve que refugiarme en el apartamento de Ana, se me hizo imposible volver al mío pues sabía que en el segundo que lo hiciese Ian se enteraría por medio de Mason quien vigilaba todas las cuentas de la casa. Solo Ana y su novio Miguel sabían que me estaba quedando con ella, no debía ser de otra forma, el vikingo llamaba día y noche a mi amiga para preguntarle sobre mi localización; esta, siguiendo mis peticiones, fingía no conocer mi paradero.

Cuando le narré a Ana todo lo sucedido, en un inicio se mostró colérica por la actitud del vaquero, aunque al mismo tiempo preocupada y culpable por haberme dejado sola ante tanto peligro, incluso me regañó por no haberla llamado y contado todo en el mismo momento que iniciaron los ataques contra mí. Sin embargo, el escuchar la voz desesperada del vikingo cada vez que llamaba y las buenas anécdotas que también le conté, sentía pena por el chico, pero comprendió mi negativa de necesitar alejarme.

No obstante, por mucho que intenté, no pude hacer como si no hubiese sucedido nada, como si no sintiera nada. Cada día leía en los periódicos los avances del juicio y los decretos que se realizaban de este, la noticia había adquirido un ranking inimaginable, las historias de asesinos psicópatas siempre encandilaban al público. Justo ayer, habían dictaminado la sentencia final, todo el terror había acabado, ahora todos podían comenzar de cero.

Yo, por mi parte, voy cada quincena a atenderme con médicos especializados, quería que mi embarazo fuese lo más saludable posible. Ya mi piel había comenzado a estirar y mi barriga a hincharse, no obstante, aún no sabía el sexo del pequeño. También había adquirido un trabajo de medio tiempo escribiendo reseñas literarias para una página web de internet, por lo visto a los redactores les gustaron algunos escritos de muestra que les envié durante este tiempo, siempre desde un seudónimo falso, no podía arriesgarme a que me detectaran por ahí. El dinero no era mucho, pero me daba para cubrir mis gastos principales y comenzar a reunir para pañales y ropitas de bebes. Decidí además retomar mis clases de la universidad justo donde las había dejado, quería que mi pequeño tuviese una madre preparada que pudiese darle una buena vida.

Justo en este momento terminaba una de las reseñas que correspondía a esta semana: Arsenio Lupin, Caballero Ladrón. Con tristeza, recuerdo como hace apenas mes y medio me encontraba al lado de Ian escuchando como este me narraba las divertidas y locas aventuras del ladrón de guante blanco, como lloraba de la risa con las sarcásticas situaciones, ahora, mi vida es todo lo contrario: intentaba reír para no llorar.

Apago el ordenador y me dirijo a la cocina a por un vaso de agua y de paso ver si encuentro algo de Nutella en el frigorífico, según pasaba el tiempo me percataba que la adicción a la crema de chocolate aumentaba al mismo ritmo que mi barriga. Mientras regreso a la sala con un pomo de Nutella y una cuchara siento la puerta principal de la casa abrirse. No puedo evitar dar un sobresalto, sobre todo debido a los acontecimientos de mi vida en la hacienda, se me ha hecho costumbre vigilar mis movimientos solo para luego recordarme que ya estoy a salvo y todo el miedo había quedado atrás. Vuelvo a respirar cuando observo que es Ana quien acaba de llegar, esta me mira y sonríe.

—¿Otra vez comiendo crema de chocolate? —pregunta divertida—. Sigue así y vas a rodar...y no será exactamente por mi ahijado.

Sonríe la pelirroja quien ya se ha auto-declarado madrina de mi bebé no nacido, sin embargo, no tengo quejas de ello, quien mejor que ella para desempeñar ese papel. Le devuelvo la sonrisa a Ana quien viene a sentarse frente a mí en las sillas de una pequeña mesa que se encuentra en el centro de la estancia. En cuanto mi amiga descubrió que no tenía un lugar fijo para quedarme, rápidamente me ofreció su departamento para vivir, se negaba a que yo me alojase en un hotel y gastara dinero de más si ella podía evitarlo, de todos modos, ya ella llevaba alguna temporada viviendo en casa de su novio Miguel. Aun así, Ana venía a visitarme todos los días para hacerme compañía o acompañarme al médico en caso de que fuese necesario.

OJALÁ...Donde viven las historias. Descúbrelo ahora