Capítulo 20

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Desperté a la mañana siguiente en la cama, envuelta en el suave y cálido abrazo de Ian. Ya no me sobresalto con su presencia, cada vez es más común amanecer de esta forma. La noche anterior perdí por completo la noción del tiempo mientras él me narraba las aventuras del capitán Nemo y sus amigos, ni siquiera me percate del instante en que me quede dormida o cuando regresamos a la habitación. El vikingo debió traerme, aun me encuentro confundida por nuestras palabras de anoche.

—Buenos días cariño. —Escucho que me dice al despertarse.

—Buenos días—respondo—. ¿Qué tal dormiste?

—De maravilla. —Aprieta su mano aún más alrededor de mi cintura para acercarme a su cuerpo—, Pero sigo con un poco de sueño. —Cierra los ojos y murmura en mi oído—. Quedémonos así un poco más de tiempo, no hay apuro en levantarse hoy.

No pongo objeciones, vuelvo a cerrar los ojos encantada de la sensación, es como si algo hubiese cambiado entre nosotros. Sin embargo, para mi pesar, la paz y armonía del ambiente no duran mucho. Dos horas después, durante el desayuno, ya estábamos retomando las usuales peleas y sarcasmos de nuestra relación. Cooper y Ana, que lo presenciaron todo, intentaban disimular las risas y burlas, pero les era imposible hacerlo y esto solo alteró más mis nervios.

Los días pasaron y mi hermosa noche con Ian tal parecía nunca haber existido, ni siquiera nuestro tierno despertar, me encontraba confundida porque, en el fondo, extrañaba esa actitud, anhelaba volver a vivir la experiencia. Para mayor pesar, tampoco logré escribir nada más de mi novela, la inspiración que me había llegado se marchó tan inesperadamente como vino. Releí una y otra vez las líneas que escribí sin tener muy claro del porque lo hice; no comprendo porque fue exactamente eso, solo dejé mi mente en blanco y el bolígrafo pareció tomar vida propia, eran palabras tiernas y hermosas, pero a su vez desoladas y tristes.

Luego del transcurso de una semana y media en las mismas condiciones, llego la hora de despedirse de Ana, la navidad sería en pocos días y mi amiga solía pasarla con su pareja y familiares. Estoy en el aeropuerto con Cooper, quien vino a traernos, no paro de abrazar a Ana, ahora que la tuve tanto tiempo conmigo vuelvo a sentirme sola con su partida.

—No llores Harley. —Me dice devolviéndome el abrazo para consolarme—. Nos volveremos a ver pronto.

—Lo sé—respondo convencida—. Aun así, es complicado.

Ana me abraza con mucha fuerza, para ella también es un momento difícil.

—Te voy a extrañar mucho Harley.

Las despedidas siempre son tristes y llenas de lágrimas.

—Mándale saludos a Miguel. —Intento mostrar una sonrisa para que mi amiga no se marche preocupada.

—Y tú al vikingo. —Ian tenía mucho trabajo en la hacienda por lo que se despidió de Ana allá, no pudo acompañarnos al aeropuerto, en parte lo agradecía, no quiero que me vea así—. ¿Sabes? Me marcho conforme y feliz sabiendo que te dejo en buenas manos, en unas que te cuidan y se preocupan por ti.

Entorno los ojos ante las palabras de mi amiga y esta suelta una carcajada.

—No lo pongas como si fuera un matrimonio lleno de amor. —Le recrimino.

—Sabes que te digo la verdad, además, sigue siendo un matrimonio, quizás muy poco convencional, pero algo tiene.

Estas últimas palabras las dice con picardía y no puedo evitar sonreír.

—Estás loca.

—¿Y me lo dices tú que te casaste sin ni siquiera conocer a tu esposo y ahora intentas entablar amistas con una yegua rebelde?

OJALÁ...Donde viven las historias. Descúbrelo ahora