Capítulo 11 - Orígenes

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-Aryeh-

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-Aryeh-

Lamento el tiempo que perdí besando labios que no fuesen los tuyos...

Luego de un par de segundos viéndonos fijamente, pude notar algo que me atormentó al instante, quitó la mirada y se notaba descolocada, como si hubiese visto el destello de un mal recuerdo. Otra vez lo que ocultaba se mostraba frente a mí como una sombra negra y lúgubre queriendo arruinarlo todo. Me levanté del mueble y estiré los brazos con una sonrisa en el rostro, no estaba dispuesto a que se enturbiase el momento por nada del mundo.

-Aún nos queda mucho por jugar –dije tomando su barbilla y atrayendo su mirada a la mía, su cara fría y desconectada cambió por una sonrisa, tenue, pero una sonrisa. Le tendí la mano y se levantó-. ¿Qué quieres jugar? –se encogió de hombros-. Entonces me das vía libre –la jalé llevándola de prisa a los árcades de carreras-. ¿Has jugado uno?

-Cuando estaba más pequeña, pero aquí no habrá apuesta porque soy muy mala –comentaba mientras se sentaba, lentamente todo volvía a como estaba hace unos minutos.

-Pensé que eras toda una piloto de NASCAR –viró los ojos y se rio-. Primero quiero verte manejar, yo te daré indicaciones, por lo menos así estarás preparada –comenté sentándome en la de al lado observando su pantalla.

Lo empezamos y yo le indicaba los controles, cuando cruzar, pero ella iba muy a su rollo, chocando y carcajeándose hasta que se quedaba sin aire. Se negó a jugar contra mí y pasamos a otra, una de matar zombis con los controles que eran unas pistolas, ella no paraba de gritar y yo no paraba de gritar, pero para decirle que disparase o por lo menos apuntase. Una clara nota mental: Jamás veríamos una película de terror. Volvimos al ping pong, otros árcades, se negó a jugar pool y cerramos con el hockey de mesa. Sin darnos cuenta habíamos pasado casi cuatro horas allí metidos, comiendo snacks variados que había en la parte del cine, palomitas y así hasta quedar nuevamente en el mueble hasta el tope de chatarra, pero con la garganta ardiendo de tanto reír y gritar.

-Me sentí de quince años otra vez –comentó recostada a mi lado con sus piernas montadas encima de las mías-. Tenemos que repetir esto, pero déjame traer a Erica y tú a Alexander.

-¿Una cita doble dices? ¿Quieres que nuestros problemas principales formen un dúo? –se encogió de hombros entre risas-. No es mala idea –eran casi las cuatro de la tarde, llevábamos seis horas juntos y todo había sido tan especial que parecían unos pocos minutos, me hacía perder la noción del tiempo-. Todavía tenemos tiempo para la cena, porque parece que almorzar ya no entra en nuestros planes –se tomó la barriga y negó con la cabeza con la cara arrugada-. Somos unos cerdos comiendo tanta porquería –aseguré carcajeándome y obligándola a ella a desatar su más bullosa risa.

-¿Vemos una película? –la propuesta me hizo abrir los ojos de par en par, le di un par de palmadas en la pierna para que las levantase, me puse de pie y le tendí la mano-. Tomaré eso como un sí –finalizó tomándola y siguiéndome el paso-. ¿Harás más palomitas? –su pregunta me hizo suspirar y reír, la comida era lo mío, pero la chatarra aparentemente lo suyo a pesar de ese cuerpo tan perfectamente moldeado, definido y balanceado.

Demons Behind My NeckDonde viven las historias. Descúbrelo ahora