Capítulo 12 - Entregados

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-Aryeh-

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-Aryeh-

Roce... labios... calor... satisfacción... unión... amor...

Era cuestión de tiempo. Tocar ese tema era deambular por un laberinto de sentimientos encontrados con cada cruce, pero cuando llegaba hasta él, hasta Garrett, mi corazón simplemente se hacía polvo. La primera persona que creyó en mí, que me impulsó, que me motivó, ese chico que se hizo hombre el día que mi abuela murió y se encargó de asumir responsabilidades que para un niño de trece años eran impensables en circunstancias normales, pero él era un líder nato y aunque el costal pesase cien toneladas, lo levantaría, aunque se tuviese que partir la espalda un millón de veces, solo para verme sonreír y crecer. A pesar de compartir dolor y de no estar tan distantes en edad, él velaba más por mí que por él mismo y por eso se volvió mi ídolo y mi inspiración.

-Aryeh no llores –me dijo poniendo su mano en mi hombro e inclinándose para verme a la cara en medio del lluvioso entierro-. Yo me encargaré de que a partir de ahora solo podamos sonreír –cuando desempañé mis ojos acuosos y su rostro tomó forma, él tenía una sonrisa de oreja a oreja que llenó el vacío en mi cuerpo.

A partir desde ese día era más que un hermano, era ese padre que nunca tuve, pues era bastante sabio, la calle le había enseñado, muchas veces a las malas, lo bueno y lo malo y él se había tomado las molestias de dejarme claro ambos mundos y en lo fácil que podía ser descarrilarse. Años después, pude certificar lo acertada de sus enseñanzas...

Dejé de llorar y me separé de ella un poco para limpiarme.

-Gracias... creo que estaba demasiado reprimido –su mirada me mostraba que parecía entender el sentimiento, pero aún no podía librarse del candado que tenía en su interior-. Hace años que no tocaba ese tema –iba a tomar la champaña al borde de la piscina y me detuvo el brazo, cuando me volteé a verla, ella negó con la cabeza-. ¿No más? –negó nuevamente, pero esta vez sonriendo un poco.

-Llorar cuando tienes que hacerlo cura el alma –aseguró con ternura viéndome directamente a los ojos.

Salimos de la piscina, había dos toallas largas en los sillones blancos, tomé una y la arropé con ella, observando con mucha más intensidad esa belleza que la rodeaba, no era solo algo físico, era como si una extraña esencia bailoteara a su alrededor y me hipnotizara. Sonrió al darse cuenta como la detallaba con anhelo y con un profundo deseo, apenas y podía ver el ruborizado de sus mejillas por la luz artificial que llegaba hasta donde estábamos, pero ya yo tenía su cara y sus expresiones tan grabadas, que sabía que ahí estaba todo.

-¿Quieres cenar? –pregunté cuando me dispuse a volver a la realidad, deseaba como un maldito enfermo besarla, pero no quería que su rostro se apagara nuevamente, que las dudas invadieran su cabeza, no lo iba a permitir, aunque tuviese que amarrar mis deseos con candado. Ella asintió a mi pregunta todavía con esa sonrisa pegada a su rostro, verla así me causó gracia, de verdad que no se cortaba con nada, estaba en plena sintonía con el lugar-. Ordenaré una pizza, por dios, dime que odias la piña.

Demons Behind My NeckDonde viven las historias. Descúbrelo ahora