Veinticuatro

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Esa mañana, luego de desayunar, Zee salió por la puerta de la casa, cuando de repente notó un extraño olor a humo, entonces escuchó relinchar a los caballos y corrió a los establos en la parte trasera.

Allí contempló con horror una intensa humareda que salía del granero y las cuadras de los animales, entonces rápidamente regresó a la casa para buscar ayuda.

—¡Mew!, ¡Off!, ¡chicos!, ¡hay fuego!, ¡Rápido, todo se está quemando!... ¡los animales!, ¡vamos!.... ¡vamos!— gritó a pleno pulmón.

En cuestión de segundos todos llegaron a la parte trasera donde estaba el desastre.

—¡Off!, ¡Saint!, ¡traer las mangueras y todos los cubos que encontréis!—les ordenó el granjero para intentar salvar lo máximo posible—... ¡Zee!, ¡Gulf!, ¡Nosotros sacaremos a los animales!, ¡venga chicos!, ¡vamos!.

Los niños lloraban desde las ventanas de sus habitaciones, mientras veían a sus mayores correr de un lado para otro incansablemente, intentando apagar el gran fuego y sacando a los pobres y asustados animalitos, los cuales algunos estaban bien pero otros tenían ya algunas quemaduras.

Aún con toda la ayuda del pequeño camión de bomberos del pueblo, que llegó minutos después tras la llamada del castaño, les llevó más de dos horas de intenso trabajo sofocarlo totalmente.

El granjero estaba desolado, ya que había muchos animales heridos y tendría que llamar al veterinario, además de que no habían podido salvar a tres cerdas que estaban embarazadas y las cuales hubiesen sido unas importantes ganancias para la granja, con la venta de sus cerditos.

Agotado y lleno de ceniza observó todo con mucha preocupación pues además, parte de las cuadras que había construido su abuelo con tanta ilusión y esfuerzo, estaban prácticamente destruidos.

...—Tranquilo, saldremos adelante... Lo reconstruiremos, todo no te preocupes—dijo Zee dándole una suave palmada en la espalda.

—Si es cierto, lo importante es que estamos todos bien y no le ha pasado nada a la casa, ni a la cosecha—dijo Off también.

Este asintió en silencio pero en realidad tenía muchas ganas de gritar por toda la impotencia y frustración.

Antes de regresar al pueblo, el jefe de los bomberos se les acercó para comunicarles lo que habían averiguado.

...—Lo hemos revisado todo, señor Suppasit y no ha sido un cortocircuito como pensamos en un principio.

—¿Ah no?, ¿y entonces qué ha pasado?—preguntó éste muy sorprendido y mirando a los demás.

—Pues todo indica que ha sido por esta colilla... Hemos encontrado también este paquete vacío medio quemado—dijo de nuevo el bombero mostrándoselos.

Mew, Zee, Off y Saint miraron entonces a Gulf con cara de no entender nada.

—Y-Yo no he sido, lo juro—dijo rápidamente este.

—Tú eres el único que fuma de todos nosotros y es justo tu marca—dijo el granjero decepcionado mirándolo.

—Lo sé, pero y-yo ya apenas fumo y mucho me-menos lo hago en el gra-granero.... A-Además sie-siempre piso la colilla, lo ju-juro, Mew... te digo la verdad—habló este temblando muy angustiado.

El mayor chasqueó la lengua, lo agarró de un brazo y tiró de él cariñosamente para abrazarlo.

—Tranquilo, no te acusamos.... Venga, no te angusties más, no es bueno para ti y además como dicen los chicos, lo importante es que estamos todo bien. ...Ya lo reconstruiremos todo ¿de acuerdo?, calmate—dijo finalmente.

—Bueno, lo cierto es que a veces ocurre que el viento puede reavivar fuegos o utensilios incendiarios que creímos apagados...Incluso puede arrastrarlos algunos metros—habló de nuevo el bombero sembrando las dudas.

El moreno entonces miró a los ojos a su novio buscando el perdón y se abrazó todo lo que pudo a su pecho pues en realidad no estaba al ciento por ciento seguro de no ser el culpable del desastre.

Tras despedir a los bomberos, los chicos se pusieron manos a la obra y mientras Mew volvió a la casa para tranquilizar a sus hijos y ayudarlos a prepararse para acudir de nuevo a la escuela.

Gulf se dio una ducha rápida, mientras este se lavaba en silencio y minutos después se subieron a la camioneta y pusieron rumbo al pueblo.

Todo el camino estuvieron callados, incluso los niños, los cuales siempre iban cantando y riendo o hablando, entonces el maestro se sintió peor pues odiaba poder ser también el causante de un trauma tan grande, para los niños por culpa de su adicción al tabaco, el cual se había acentuado desde que habían comenzado los juicios.

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8. La granja Suppasit -Mewgulf, Zaintsee y Offgun TerminadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora