32. Italia

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GRAYSON

Cuando el señor Harrison me dice después del entrenamiento que vaya a su despacho la preocupación aflora en mi como una flor en plena primavera. Estamos a mitad de temporada y aunque tenemos una de las mejores puntuaciones el equipo de la universidad rival nos pisa los talones muy de cerca y se que eso preocupa a Harrison pero, ¿Qué más puedo hacer yo? Ya no soy el capitán del equipo. Las estrategias a seguir debería planearlas con Rhett no conmigo.

—¿Puedes cerrar la puerta?—dice el señor Harrison cuando entro detrás de él a su despacho.

—Claro—murmuro.

Harrison se acerca a su escritorio y se sienta esperando a que yo tome asiento. En los cuatro años que llevo aquí su despacho es de lo poco que no ha cambiado. Una escritorio de madera con miles de papeles siempre desordenados sobre el. La pared de detrás del escritorio está repleta de fotografías de todos las ligas nacionales que el señor Harrison ha ganado desde que comenzó como entrenador en la universidad. Me divisó en una de ellas. Hace dos años ganamos la liga nacional en mi primer año como capitán. A veces echo de menos el sentimiento de serlo pero miro a Rhett liderando y todo desaparece dentro de mi. No sé como no pude darme cuenta de que él era el futuro de este equipo.

—¿Qué quería decirme?—tomo asiento.

—Estás siendo el mayor goleador de la temporada y quería felicitarlo por ello. Gracias a ti vamos en encabezados en la clasificación anual.

—Gracias, supongo.

—También quería agradecerle por separar su vida personal del equipo. Con todo lo que ha pasado no le he visto dudar ni en segundo en el campo de juego. Para nada ha afectado a su rendimiento en el campo y supongo que todo mérito tiene su recompensa.

—Es lo que debería haber hecho desde un principio. No mezclar mis asuntos personales con los del equipo supongo que he aprendí la lección. Aunque si le soy sincero volvería a golpear a Romeo incluso si supiese que acabaría todo como ahora.

—Yo también lo habría hecho. Pero soy el entrenador y no estaría bien visto—sonríe—Volviendo al tema... quería citarlo aquí porque tengo una buena noticia para usted. Se ve que lo ocurrido no ha influido en algunos seleccionadores y es un posible candidato para ir a la liga nacional.

Mi corazón comienza a acelerarse y siento como las endorfinas comienzan a recorrer todo mi cuerpo. Desde hace semanas he estado asimilando que por lo que he luchado durante años no podría conseguirlo y este cambio de realidad me está pegando demasiado fuerte.

—¿Habla enserio? ¿Es esto una jodida broma?—miro a mi alrededor—¿Alguna cámara oculta o algo?

—No, no es una broma. No jugaría con algo así después de todo lo que ha pasado.

—Madre mía. No me creo que esto me este pasando a mi. Cuando se lo cuente a Noora y a papa no se lo van a creer.

—Es una noticia magnífica—veo sonreír a Harrison desde que entré en el equipo— Cuando me informaron de ello me alegre mucho por ti. Sé que es algo por lo que habéis luchado desde que entraste en equipo pero la noticia no termina aquí—la sonrisa de Harrison cesa y las endorfinas son sustituidas por cortisol en pocos segundos— El ojeador no es de aquí es de un equipo italiano. Quieren ficharte para el equipo cuando la liga se acabe aquí.

—¿Eso significa qué...?—me mantengo en silencio.

—Sí—dice el señor Harrison leyendo mi mente—Deberás mudarte a Italia cuando la primavera comience.

##

Cuando salgo del despacho del señor Harrison Noora me está esperando en la puerta de los vestuarios. Todos los chicos se han ido a casa y tan solo quedamos Noora, el señor Harrison en su despacho y yo. Noora está apoyada en la pared escribiendo algo en su teléfono que le hace sonreír marcando el hoyuelos de su mejilla. Su flequillo cae sobre sus frente perfectamente liso por encima de sus cejas dejando ver sus grandes ojos azules. Noora guarda el móvil en su bolsillo cuando me ve llegar.

Déjame leerte en braille [Libro #1 Saga Destinos]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora