1. Noora

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NOORA

No quiero estar aquí.

Visitar este lugar todos los viernes por la tarde es algo normal en mi día a día pero aun así no lo asumo. No comprendo como una chica de veintiún años tiene que pasar las tardes de los viernes en un grupo de apoyo en lugar de estar con sus amigas en cualquier bar tomando un par de cervezas. Pero yo, Noora Dahl, suelo pasar las tardes aquí. No es que no me agrade este lugar. Podría decir que me ocurre todo lo contrario pero cuando estoy en el rol de paciente y no en el de psicóloga me siento vulnerable e insegura. 

El grupo de apoyo al que suelo asistir, y en el que he enfocado el trabajo para finalizar mis estudios, está dirigido personas que padecen ansiedad. La idea no fue originalmente mía si no de mi psicóloga. Quizás parezca extraño que una persona que estudia psicología vaya a terapia pero en la vida real suele ser más habitual de lo que parece. La Señora Andrew, mi psicóloga, me animó a asistir a estas reuniones pero no me sentía muy afín a la idea de exponerme frente a cualquiera de ellos aunque estuviesen pasando o hubiesen pasado por lo mismo que yo.

La señora Andrew también suele decir que la mejor manera de aceptar que tienes ansiedad es trabajando sobre ella pero aunque llevo años haciéndolo no lo consigo.

—¿Qué te ha parecido la reunión de hoy? — la señora Andrew me pregunta mientras cojo una galleta del montón de comida sobre la mesa. Cada uno de los participantes suelen traer algo de tomar o de comer para compensar los servicios gratuitos. Cada viernes se despliega una mesa de plástico y se llena con galletas, golosinas, café, té y todo aquello que la gente traiga para tomar en el descanso.

— Bastante bien, señora Andrew.

—Llámame Margaret — me pide — Te lo dije mil veces.

La señora Andrew, o Margaret como a ella le gusta que le llame, es una señora alta, de complexión delgada con ojos saltones. A veces pienso que los ojos podrían caer de sus cuencas cuando se asombra por algo que le digo. Su pelo anaranjado es muy corto porque suele decir que hay cosas más interesantes en la vida que pasarse el día peinándose el cabello.

—¿Has apuntado algo? — señala la libreta que tengo agarrada en mi mano izquierda.

Desde que era pequeña siempre he sentido especial amor hacia los diarios y a día de hoy lo sigo haciendo. Todo lo que hago y pienso lo dejo ahí plasmado para sentir que es real. Cuando empecé a asistir a terapia llevaba la libreta conmigo y la dejaba sobre mis muslos durante las sesiones porque tenerla ahí me hacía sentir segura.

—Sí, algo apunté —guardo el diario en mi mochila y la cierro para colgarla de nuevo sobre mi hombro.

—Se están acabando tus días —me recuerda.

Margaret creó este grupo de apoyo y me dejó asistir a el a cambio de que pasado un mes fuese yo quien hablase sobre mí. Los demás piensan que estoy aquí solo por mi trabajo y que Margaret me lo permite porque es mi tutora lo cual no es mentira pero no es del todo cierto. Margaret si es mi tutora pero también mi psicóloga. Cuando empecé a asistir a terapia no sabía que era una profesora vinculada a la universidad de Londres pero a medida que fueron pasando los cursos coincidimos en varias asignaturas y aunque ambas nos conocíamos en la universidad era como si jamás nos hubiésemos visto.

—La próxima semana.

—Eso llevas diciendo desde la primera vez que viniste y ya llevas tres meses aquí.

Antes de poder debatir sobre nada un señor de mediana edad se acerca a Margaret para agradecerle por el grupo de apoyo y labor que hace con todos nosotros aquí de manera gratuita.

Déjame leerte en braille [Libro #1 Saga Destinos]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora