40. Juramento inquebrantable

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Impa se había levantado más temprano de lo normal debido a algunas dificultades para conciliar el sueño. Por alguna extraña razón tenía un mal presentimiento, y este tenía que ver con su protegida. Llegó hasta la habitación de ella y tocó la puerta para su encuentro.

- Buenos días, princesa. Despierte, por favor.

No hubo respuesta a su petición, cosa que le pareció sumamente extraña, pues la princesa siempre respondía a su llamado, por más cansada que estuviera. Impa volvió a repetir sus palabras y a tocar la puerta de manera más sonora para ser escuchada.

- ¡Princesa, ábrame, por favor!

Sintiendo que los nervios la invadían, abrió la puerta sin esperar autorización alguna. Se sorprendió al ver la cama tendida, pero se horrorizó más al ver el espejo de la cómoda roto en mil pedazos.

- ¿¡Qué sucedió aquí!? – se preguntó alarmada.

Buscó rastros de sangre en el suelo para comprobar que la princesa no se había lastimado. Luego entró al baño para ver si se encontraba ahí, dándose cuenta de que en ese sitio tampoco había rastro de ella.

Salió del baño sin saber qué hacer o cómo reaccionar, pero cuando su mirada se posó encima de la cómoda vio un pedazo de papel. Con las manos temblorosas la tomó y comenzó a leer cada una de las palabras que contenía...

.

Impa,

Antes que nada, pido disculpas por el desastre del espejo roto. Prometo enmendarlo en cuanto me sea posible.

Estoy segura de que mi ausencia ha causado una enorme impresión en ti, pero tuve un motivo muy importante que me impulsó a hacerlo, el cual deseo mantener en silencio por el momento.

Te prometo que no seré descubierta. He puesto en práctica una de las técnicas secretas de tu tribu para que mi esencia no sea detectada; sé que no durará mucho, pero ese tiempo es más que suficiente para poder resolver la situación en la que me encuentro.

Espero me entiendas y no te enojes conmigo debido a mi descarriada decisión, pero de verdad necesito ausentarme, pues eso me permitirá encontrar paz para mi perturbada alma.

Con cariño,

Zelda

.

La mirada de la sheikah se entristeció al leer cada palabra de la carta de la princesa. Su rostro palideció debido al impacto de descubrir que su pupila se había ido.

Estaba tan consternada que no se dio cuenta de que Azael había entrado a la habitación, quien se impactó enormemente al ver el desastre que se encontraba a su vista.

- Impa, ¿qué sucedió aquí? – preguntó preocupado.

- Zelda... la princesa se ha ido.

- ¿¡Qué!?

La sheikah le entregó la carta al joven para que la lea, el cual tampoco pudo evitar impactarse debido a las palabras.

- Se fue...

- ¡Sí, Azael! ¡La princesa se fue sin siquiera haberme avisado! ¿Cómo pudo atreverse a hacer semejante fatalidad? – exclamó, dejándose llevar por el descontrol.

- Por favor, cálmate. Su carta es muy clara, tiene un motivo muy importante para haberlo hecho.

- ¡No hay excusa! ¡No puedo creer que sea tan imprudente! Si Ganondorf la encuentra, no solo será su fin, sino el de todos nosotros también.

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