53. Lucha contra uno mismo

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La oscuridad de la madrugada se iba despejando para darle su espacio a los rayos del amanecer, los que cubrían con calidez y gracia a los pacíficos y tranquilos terrenos del reino de Ordon.

Demetrio se encontraba caminando por los pasillos del palacio, en dirección a su despacho; con el rostro desencajado. Desde que su hijo se había ido de su lado y el de su esposa, para dirigirse a tan terrible periplo, se levantaba más temprano de lo normal debido a su dificultad para conciliar el sueño.

Los meses pasaron lenta y dolorosamente para la pareja, a pesar de que por medio de una u otra carta se había comunicado con el príncipe. Sin embargo, la desesperación de no verlo y saber que se encontraba bien, los consumía hasta el borde de la desesperación.

Una vez dentro de su despacho, se sentó en su escritorio para empezar con su trabajo, aunque todos los días siempre se colocaba las manos en su cabeza debido a la mortificación que sentía, pues no sabía hasta qué punto tendría que soportar tantas tristezas, sobre todo porque no había noche en la que su esposa no se durmiera llorando por a la ausencia de su hijo, cosa que cada día lo devastaba terriblemente.

- ¿Hasta cuándo, Diosas? – se dijo a sí mismo, ofuscado.

Luego de dejar de lado sus pesares, decidió empezar con sus labores, pero de repente la puerta del despacho sonó.

Dando la orden para pasar, uno de los guardias abrió la puerta, pues venía a dar un importante mensaje.

- Buenos días, majestad. Disculpe que lo moleste tan temprano, pero es importante que sepa ha llegado al palacio una visita que desea hablar con usted.

- ¿Una visita? No tengo previsto reunirme con nadie el día de hoy, mucho menos a esta hora. – dijo con desgano.

- Eso le indiqué a esta persona, pero dice que es algo de suma urgencia. Viene del palacio de Hyrule.

- ¿De Hyrule? – preguntó alarmado.

- Así es. Dice ser uno de los marqueses del reino, aunque no trae nada que lo identifique como tal.

- ¡Eso es lo de menos! ¡Hazlo pasar inmediatamente!

- Como usted diga, señor.

Siguiendo las órdenes del duque, el guardia dejó pasar al recién llegado. Luego se retiró a seguir con sus labores.

- Buenos días, alteza. – saludó Cocu con una reverencia.

- Buenos días, muchacho. Toma asiento, por favor. Tú eres...

- Soy Cocu, uno de los marqueses del reino. Nos conocimos cuando Link y Zelda se comprometieron.

- Si me acuerdo, te hiciste muy amigo de mi hijo. Se te ve muy cansado, ordenaré a los sirvientes que te preparen algo de comer y una habitación para que...

- Se lo agradezco, pero ya comí algo antes de venir para acá, y más que cansancio, lo que siento es una terrible consternación, pues han pasado demasiadas cosas en el reino... las que tienen que ver con Link y Zelda. – comentó el joven, preocupado.

Al escuchar el nombre de su hijo y nuera, el duque se alarmó terriblemente, pues presintió que la noticia que venía a darle Cocu era terrible.

- ¿Qué ha pasado? ¿Zelda y mi hijo están bien? – preguntó ansioso.

- Ganondorf se ha apoderado del reino... y tiene cautivos a Zelda y a sus padres.

A medida que Demetrio sentía como la desesperación se apoderaba de sí mismo, Cocu le relató todo lo ocurrido en el reino por causa del Rey del Mal, quien había asesinado a muchos de los habitantes y a los soldados que se encargaban de su seguridad. Sin embargo, la parte que más impactó fue el haberse enterado de que su nuera había sido manipulada para entregar su reino al villano.

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