42. Misteriosas revelaciones

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El manto estrellado de la noche se encontraba cubriendo los terrenos del Poblado Olvidado, haciéndose presente en el Templo de las Sombras.

La princesa se encontraba en los jardines tocando en la lira su canción favorita, la que hubiera deseado entonar junto a su amado cuando estuvieron juntos en el Pico Nevado. A lo lejos se encontraban los sheikahs observándola, pues desde que la joven había regresado de su secreto asunto la percibieron sumamente triste, a pesar de que se esforzaba en mostrarles lo contrario.

- Debiste preguntarle el motivo de su ausencia. – dijo Azael, preocupado.

- Azael, ella fue muy clara en la carta que me dejó. No quiere hablar del asunto y por esa razón no tengo ningún derecho a incomodarla con preguntas. – afirmó Impa con seriedad.

- Lo sé, pero no me gusta verla tan triste. ¿Crees que Grahim está detrás de eso?

- No lo sé, pero la verdad dudo que él tenga algo que ver, pues la princesa lo enfrentó como toda una guerrera; no se mostró hacia él nada atemorizada. Pienso que su decaimiento tiene que ver con su esposo, imagino que lo extraña.

- La entiendo perfectamente... pero existe algo peor que lo que ella está pasando.

- ¿Qué cosa? – preguntó confusa.

El sheikah tomó las manos de su compañera y la miró a los ojos con seriedad.

- No hay nada peor que extrañar a alguien que se encuentra a tu lado. – dijo con profundo pesar.

- ¡Azael, no empieces! – dijo, soltándose de sus manos.

- La princesa sufre por no tener a su compañero a su lado, pero tú, que me tienes contigo apoyándote en todo momento, no me das ni un ápice de esperanza, a pesar de que también me amas.

- Ya hemos hablado de eso. Entre nosotros no hay un presente, ni mucho menos un futuro.

Las duras palabras de Impa hicieron sentir terriblemente mal al sheikah, sintiendo como cada día las esperanzas de estar junto a ella se desvanecían; a pesar de no hacer caso a sus miedos y no darse por vencido en conseguir lo que quería en la mayoría de las ocasiones.

Una parte dentro de la joven también se sintió muy mal por sus propias sentencias, pero decidió dejar de lado el tema y centrarse en su pupila.

- Talvez la princesa se anime con las cosas que queríamos darle antes de que se fuera. – indicó Impa.

- Buena idea, espero que eso la haga sentir mejor. – dijo Azael, dejando de lado su tristeza.

Los jóvenes se acercaron a donde estaba la princesa, quien aún seguía acariciando las cuerdas de su preciado instrumento. Una vez que notó la presencia de sus compañeros se detuvo.

- Hola, princesa. – saludó Impa.

- Hola, no sabía que estaban cerca de aquí.

- La escuchamos tocar la lira tan hermoso que no pudimos evitar acercarnos. Esperamos no incomodarla. – dijo Azael.

- No se preocupen, no me incomodan en lo absoluto.

- Princesa, la razón por la que vinimos aquí fue porque queríamos darle algo por su pasado cumpleaños. Debido a que no estaba no pudimos hacerlo. – continuó hablando el sheikah.

- Oh... muchas gracias, pero no debieron molestarse. – dijo avergonzada.

- No es ninguna molestia, usted sabe que la apreciamos mucho. – aclaró Impa.

Impa le entregó a la princesa un objeto envuelto en un pedazo de tela. Cuando ella lo desenvolvió se sorprendió.

- Esto es...

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