23. Te va a gustar.

474 37 5
                                    

Al día siguiente Maialen desayunó sola porque a la rubia le tocó trabajar, y aunque no se pudieron ver en el desayuno Maialen leyó sus mensajes nada más levantarse de la cama, no contestó porque sabía que estaba trabajando y como comerían juntas pues lo podían hablar tranquilamente. 

Aún así, el hecho de que la chica podría llegar a molestar era uno de esos pensamientos que no se le habría venido a la cabeza, ni que los demás que estuviesen allí se iban a sentir cohibidos ni mucho menos y sintiese que su grupo había accedido por lástima o cualquier cosa derivada. Era lo último porque de verdad pensaba que eso no iba a ocurrir. No solo lo pensaba, lo sabía. 

Sintió unas ganas irrefrenables de abrazar a Samantha cuando por su cabeza pasaron la cantidad de inseguridades que podría tener a la hora de unirse a un grupo en el que era nueva o el hecho de que eso se debiese a malas experiencias de su pasado. 

En toda la mañana, Maialen juntó un par de argumentos que darle a la rubia no para convencerla de que fuese al local junto a su grupo, sino para que se sintiese segura en cualquier aspecto estando ella a su lado. 

—Hola, ya he llegado, pero voy al baño rápido que lo necesito.— Lo primero que escuchó al acabar de decir eso y estando ya casi en la puerta del baño fue la risa de su compañera. Pensó en que no le había contestado a sus mensajes, pero supuso que los habría leído. 

La mañana en bar había sido bastante aburrida y su compañera de trabajo tuvo que irse antes de tiempo, así que le dio tiempo a recapacitar la decisión de última hora que había tomado en un momento quizá poco adecuado. Puede que se arrepintiese de los mensajes que le había enviado a Maialen, pero si le daba un par de vueltas más se autoafirmaba en dichos mensajes. 

—¿Podemos hablar de los mensajes que me enviaste por la noche?— Sabía que esa conversación tendría lugar al llegar al piso, tarde o temprano tendría que ocurrir.

—Sí, claro. 

—Primero que todo, entiendo que no tomaste la decisión a la ligera, así que me gustaría que me contases qué te pasa por la cabeza para pensar eso a sabiendas de que todos estaban encantados de que vinieses. Y, por otro lado, no quiero presionarte, pero si lo piensas es solo una tarde y si te sintieses incómoda sería la primera persona en sacarte de ahí y en disculparme. 

—No te tendrías que disculpar por nada, porque si voy es por voluntad propia. Y no sé muy bien qué me pasó, pero viéndolo con perspectiva sentí eso, que podría llegar a molestar o no sé. No sé, Mai, no sé qué me pasaba. Ni qué me pasa. Por no saber, no sé nada. 

Después de hablarlo con calma y serenidad mientras comían, Maialen consiguió hacer que la rubia entrase en razón y que entendiese que si quería salir de ahí en cualquier momento solo tenía que decirlo. 

A la vez que recogían los platos y dejaban el fregadero apara después fregar, se escuchaban las notificaciones del móvil de Samantha que era raro que tuviese el móvil en sonido. 

—Anda, ve a contestar, no vaya a ser que sea importante. 

—Si lo es, que me llamen.— Terminaron de recoger la mesa, se sentaron en el sofá y la chica cogió su móvil para ver lo mensajes que le habían llegado mientras adecentaban la parte de comedor del salón. 

—¿No era nada importante, no?

Hoy nos vemos. 

Que no se te olvide. 

Llámame como siempre mientras vas de camino. 

Por cierto, esto no sabía si decírtelo. 

La Liada || FlamanthaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora