17. Un papel doblado.

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Los primeros días de Samantha en el pueblo fueron inmejorables, sobre todo la sensación de regresar a casa con su familia y amigos. Podría haber pensado que sería raro o que no estaría cómoda en su hogar, pero fue lo contrario, quedaba todas las noches con sus amigos, comía con su familia y alargaban la sobremesa disfrutando de los momentos que se daban entre ellos. 

Se pusieron al día sobre todo lo que les había pasado, el ascenso en el trabajo de su madre, su padre monitoreando las prácticas de una chica en la empresa, y su hermana buscando casa para mudarse con Dario, su pareja. Se contaron cualquier cosa que les viniese a la cabeza, los planes más cercanos y lo que les gustaría hacer en verano.

24 de diciembre.

La familia materna de la rubia ya estaba reunida en casa de su abuela, siempre pasaban la noche juntos y siempre era esa misma noche.

La mesa la dividían por adultos y los más pequeños, ella y Débora entraban en el segundo grupo a pesar de sus edad pero tampoco quedaban ya primos que fuese muy pequeños, pasaban la cena charlando con el resto de sus primas a quienes no veían desde hacía mucho tiempo.

Cenaron juntos, vieron una gala de música navideña a petición de los más jóvenes y acabaron creando una especie de karaoke basado en ver quién cantaba peor y se inventaba más la letra.

Rieron tanto que ese día Samantha y cualquiera de su familia podía considerarse diez años más joven.

Estaba disfrutando las navidades de diferente forma, más unida a su familia y no tan apegada de la tecnología, tenía la sensación como de levantar la mirada de un cacharro y ver más allá.

Durante la cena le llegaron un par de mensajes de su grupo de amigos, felicitando la navidad y otros haciendo planes para comer juntos al día siguiente.

31 de diciembre.

Esa mañana la pasó hablando por videollamada con Maialen, se echaban mucho de menos. Se enseñaron la ropa que se pondrían para la última cena del año, se contaron los planes que tenían y sobre lo bien que pintaba la noche para ambas.

Tenían esperanza de que ese fin de año fuese diferente al resto, aunque por dentro intuían que iba a ser igual, para bien o para mal.

Por la tarde volvieron a llamarse, continuaron hablando y la pamplonesa conoció, a distancia, a Débora. Y cuando ya iba anocheciendo aprovecharon para acompañarse en la lejanía a ducharse y maquillarse.

En Madrid, mientras una se duchaba la otra esperaba haciendo de dj cambiando la música. Pero separadas por tantos kilómetros, se cantaron canciones que ambas conocían mientras se duchaban.

A las 00:15, cuando el revuelo de las felicitaciones de año nuevo se había pasado, el champán había sido descorchado por su padre y las risas por las uvas atragantadas se disipan poco a poco; vibró el móvil de la rubia.

Lo que podía ser un mensaje cualquiera de su grupo de amigos para afianzar el plan de esa noche, fue un mensaje inesperado del murciano.

Feliz año nuevo, Samantha. Que te dé todo lo bueno que te mereces.

Totalmente inesperado. Lo releyó un par de veces para darse cuenta de que era real, el chico se había acordado de ella en los primeros minutos de año, decidió contestarle. Lo iba a hacer quisiera o no, sentía cierta debilidad por él.

Igualmente, Flavio. Que te pasen cosas bonitas únicamente, lo mereces.

La Liada || FlamanthaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora