El primer día de trabajo había ido bien, había llegado incluso cuando el bar aún no había abierto, se presentó a sus ya compañeros de trabajo que al entrar le enseñaron cómo iba todo.
Les agradeció repetidas veces que la ayudasen un poco con todo porque era su primera vez, para el final de su jornada ya entendía todo mejor y se defendía bastante bien.
Salió del bar en dirección a su piso a las dos y media y llegó en diez minutos. Paró por un supermercado que le pillaba de paso y cogió algo para hacerse de comida, ya bajaría a hacer la compra por la tarde.
Cuando subía se percató de que no podía alargar más el encuentro con Maialen. Por la noche simplemente se durmió o al menos eso le hizo creer cuando Maialen llamó a su cuarto, aunque no mentiría si dijese que en los siguiente cinco minutos ya sí estaba dormida; y por la mañana cuando iba a trabajar Maialen estaría dormida.
Entró al piso y un olor a croquetas le invadió sus fosas, inspiró esperando a que a su compañera se le viese incómoda o molesta pero ni rastro.
Es más todo le recibió todo lo contrario, una Maialen sonriente que agitaba la mano en forma de saludo.
Samantha se disculpó para ir a dejar su bolso en la habitación e ir al baño. Volvió y Maialen seguía defendiéndose del aceite de la sartén con una tapa de cualquier cacerola, fue imposible no reírse de la estampa que te recibía en la cocina.
Por un momento Samantha olvidó cualquier rastro de culpabilidad por aquel mensaje que para ella había estado fuera de lugar.
Apagaron la vitrocerámica cuando acabaron de hacer las croquetas y se pusieron a comer en la mesa del salón.
—Oye, Maialen, ¿no estás molesta por lo que te pregunté? No quería hacerlo por molestar, de verdad que lo siento.
—Sam, ya te lo dije, claro que no me molestó, fue una pregunta sin más. Espero que no sonase muy cortante la respuesta que te di, a veces me pasa que en mi cabeza suena mejor pero al escribirlo suena mal.
—Qué va, solo que pensé que te había molestado y me sentía fatal. Si alguna vez digo algo fuera de lugar, dímelo, a veces digo cosas que no debería.
—Claro que sí, pero verás como no pasa. Venga vamos a comer y cuéntame qué tal el primer día de trabajo. Son croquetas de boletus, espero que te gusten.
Continuaron la comida entre una conversación que fluía de seguido, como si se conociesen de siempre y no de a penas días.
Maialen le comentó que a la próxima le presentaría a su amigo que era quien más iba a su piso. No sin antes insistir en que si Samantha no quería, el chico no iría; dando paso a la insistencia de Samantha, repitiendo que no le molestaba en absoluto.
Recogieron los platos de la comida y mientras una los enjabonaba, la otra les quitaba la espuma. El trabajo en cadena se hacía más fácil.
—Oye, Sam. Al final el cumpleaños de mi amigo lo vamos a celebrar aquí, será la semana que viene, el sábado por la noche. ¿Te importaría?
—Claro que no, por mí no hay problema. Además el sábado he quedado para tomar algo.
—Vale, pues genial, estaremos hasta tarde así que si quieres luego te podrías unir.
—Me lo pensaré.
Lo más probable es que no se uniese, tampoco quería estar en la fiesta de cumpleaños de alguien a quien no conocía. Y tenía el pensamiento firme de que aquella quedado con Tamara le había a dejar cansada a nivel emocional.
Se dejaron vencer por el sueño y terminaron en aquel sofá dormidas con un canal de televisión aleatorio sonando de fondo, Murphy correteando por el amplio pasillo del piso y el comienzo de la lluvia.
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La Liada || Flamantha
FanfictionSamantha Gilabert, 26 años y de un pueblo alicantino, marcada por el fallecimiento de Laura, su mejor amiga, decide devolverle todo lo que esta le dio en forma de canciones. Se muda a Madrid con la intención de dejar pasar todo el dolor que sus tier...