26. Estáis locas.

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El chico decidió quedarse a dormir en el piso de la rubia, tampoco hacía falta que ella insistiese mucho, pero él lo hizo con tal de que quedase claro que ella quería de verdad. 

—Vale, pues recojo mi habitación y te dejo mi cama, yo duermo aquí. 

—Sí, tú te has pensado que soy tonto o algo. Tú duermes en tu cama, no voy a quedarme aquí y encima quitarte la cama, me niego. 

—Va, Fla, que no me importa de verdad, recojo y no tardo nada. 

Con la intención de frenar a la chica que ya iba decidida a su cuarto, la agarró del brazo con delicadeza y tiró de ella suavemente hasta que ella quedó sentada en sobre sus piernas. Una serie de escalofríos y corrientes recorrieron el cuerpo de la rubia cuando se vio sentada sobre las piernas de un Flavio convencido de que iba a dormir en el sofá. 

—Te odio, al menos déjame que te preste mi cojín, los del sofá son una mierda. 

—Vale, pero no prepares la cama porque no pienso dormir ahí. 

—Que sí, pesado, peor que sepas que me parece una idea de mierda. 

—Vale, pero no pienso quedarme aquí para invadirte la intimidad durmiendo en tu cama. 

—Eres bobísimo. 

Recogió su cojín de encima de su cama, una de sus mantas favoritas y al llegar al salón sacó el resto de mantas que había en el mueble. Volvió a preguntar que si estaba seguro y el chico volvió a repetir que sí, que iba a dormir en el sofá aunque a ella no le hiciese especial gracia. 

—Por cierto, mañana Maialen y yo vamos a mi pueblo, así que imagino que no venga muy tarde, por lo que tendremos que madrugar un poquitín. Nuestro tren sale a las nueve y media, ¿te parece si nos levantamos a las ocho y cuarto?

—Me parece genial, pero desayunamos juntos.

—Vale, me pido hacer tortitas.

—Con la ayuda del mejor chef. 

—Te lo compro. 

Cuando se fueron a dormir a penas quedaban cuatro horas para que se tuvieran que despertar, pero las cuatro horas a Samantha se le hicieron nudo pensando en el chico durmiendo en el sofá cama incómodo que reinaba el salón. 

Estos pensamientos minutos antes de caer en un sueño liviano, condujo a su inconsciente a despertarla a los escasos veinte minutos posteriores. Borracha de sueño, poco consciente de lo que hacía y de lo que pensaba, agarró su peluche y salió hacia el salón. 

No iba a dejar que el chico durmiese en el salón, y si é se empeñaba en hacerlo, ella le iba a acompañar. Llegó al salón y se encontró con el chico aparentemente muy dormido, no quiso hacer a penas ruido, así que simplemente levantó un poco las mantas por un lado, se tumbó en el sofá, reafirmándose en la incomodidad de ese sitio para pasar toda una noche. 

No paso mucho tiempo puesto que la chica seguía en ese limbo de despierta pero dormida cuando sintió que Flavio se incorporó un poco en la cama, sacó una sonrisa medio carcajada, se reincorporó en el sofá y haciendo la cucharita con ella la abrazó por la cintura. 

Notó que tenía su brazo y se acercó más notoriamente a su cuerpo, a penas quedaban un par de centímetros que el chicho acortó para dejar un beso en su cabeza. La primera parte de la noche la pasaron en es misma posición, pero a mitad de la velada el chico se quedó mirando al techo y ella dejó su cabeza sobre su pecho. 

A las ocho los rayos del sol caían sobre sus caras que indispuestos a abrir los ojos dejaron ese calor del salón y el del cuerpo contrario siguiese chocando contra los propios. No tenían intención alguna de despertar y mucho menos de moverse, cada uno sumido en sus pensamientos que acababan girando entorno a la persona que tenían pegada. 

La Liada || FlamanthaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora