22. Es lo último que quiero.

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Al día siguiente de que la rubia se decidiese a ir al local esa semana, Maialen, atenta con ella como pocas personas, se ocupó de que todo su grupo respondiese a si accedía a que ese sábado fuese con ellos al local.

Cuando no faltó nadie por responder, habiendo sido Flavio el primero en contestar, se lo comunicó a la rubia a la hora de la comida.

—Los macarrones están buenísimos, Mai.

—Gracias, tampoco tienen mucha elaboración.

—No te quites méritos, cocer la pasta tiene que ser muy agotador, difícil, una tarea complicada y paciente para lo que tú eres.

—Sí, es cierto. Estoy agotada. Maldita pasta.

Y así pasaron unos minutos, entre risas y macarrones con tomate.

—Por cierto, Sam, ya he preguntado a mis amigos. Lo del local. ¿Sigues convencida? No quiero que te sientas presionada a venir.

—Lo dije porque de verdad quiero.

—Vale, genial, porque todos han dicho que sí, que les gustaría que vinieses, aunque no cantes ni toques, pero están seguros de que te lo vas a pasar genial.

—¿De verdad?

—Claro que sí.

De nuevo la sensación de sentirse refugiada lejos de casa, al menos de la casa en la que vivía su familia, familia de sangre. Porque había conseguido crear de un lugar antes ajeno, un hogar. Y de una chica aleatoria de todas las que podrían haber sido, había dado con Maialen que ahora era como su hermana.

—Jo, muchas gracias.

—No las des, boba.

Alargaron la sobremesa tanto como pudieron, se contaron lo que tenían planteado hacer esa tarde y quedaron en salir a tomar algo a un bar del centro de la ciudad, no tenían nada mejor que hacer y les apetecía pasar tiempo juntas. Pero el plan se vio afectado cuando a la morena del piso le llegaron un par de mensajes.

—Sam, me ha hablado Bruno para quedar esta tarde.

—Puedes quedar con él, a mí no me importa.

—No, jo. Le digo que no puedo, pero había pensado en preguntar a mis amigas, con suerte alguna puede o alguno, solo si quieres, no me importa que salgamos solas.

—Mai, Mai, para. Puedes preguntar a tus amigos o quien quieras, así estamos más, no me importa. Nos quedan muchos días para salir juntas por ahí.

—Vale, genial, pues les pregunto. Podrías tú preguntar a Flavio, que soy consciente de que os lleváis muy bien, además que me tienes que contar un par de cosillas que aún se me escapan.

—Yo te cuento todo, sin problema, pero antes le pregunto.

Fla, ¿te apetece venir a tomar algo con Mai, Bruno y si alguien más se apunta?

Iba a ser mucha coincidencia que la respuesta llegase al momento así que dejó el móvil en la mesa.

—Ya está, puedes empezar a contar. Luego miro quienes vayan contestando.

—Vale, yo luego miro si me ha contestado Flavio.

—Adelante, te escucho.

—Vale, a ver, ya sabes lo que pasó cuando salimos de fiesta y demás, no me volvió a hablar hasta prácticamente año nuevo, quedamos en hablarlo pero se quedó en el aire. Bastante en el aire. Volvimos a dejar de hablar. Y a la vuelta de vacaciones me escribió para decirme que teníamos la conversación pendiente, si no recuerdo mal te lo comenté —la morena asintió tirando de memoria y recordando que sí se lo había contado— y bueno, quedamos y demás, lo arreglamos y pues ahora nos vemos casi todas las noches. En plan quedamos para ir a un parque que hay por aquí, nos sentamos en el mismo banco de siempre y hablamos de cualquier cosa.

La Liada || FlamanthaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora