33. Lo haces fácil.

372 22 0
                                    

El día siguiente empezó con una normalidad aparente que podía incluso asustar. Samantha seguía aún impactada, pero no le dio la importancia que posiblemente debiese.

Cogió el móvil para revisar sus mensajes, entró al chat de Maialen para decirle que le fuese genial lo que tuviese que hacer y que quedaban para comer. Dejó el móvil cuando el chico se empezó a mover en la cama.

—Hola —la voz ronca del chico alertó a Samantha de que estaba despierto, le recorrió un escalofrío de pies a cabeza que logró disimular con éxito.

—Hola.

—¿Llevas mucho tiempo despierta?

—No, no te preocupes.

—¿Quieres que comamos juntos?

—He quedado con Mai para comer con ella, ha salido a hacer algo y me tiene que contar.

—Ah vale, pues damos ahora una vuelta por el centro, si quieres claro.

—Mmm vale, antes tengo que pasar por mi piso para cambiarme.

—No hace falta, estás así preciosa.

—Gracias, pero quiero cambiarme de ropa.

—Vale, como veas.

Se levantaron de la cama, el chico se vistió con ropa limpia, ella se limitó a esperarle en el sofá y a darle vueltas a cómo salir de esa. Cedió al lado de su cabeza que le decía que era casi imposible, asimiló que tenía que dar la vuelta, pero se consoló en que en el centro habría más gente.

—Estoy listo, te invito a desayunar, no creo que tenga aquí nada.

—No te preocupes, damos una vuelta y yo me tengo que ir a casa a terminar unas cosas.

—Bueno, ¿pero para el desayuno tienes tiempo?

—Sí, supongo.

Después de pasar por el piso de Samantha para que ella se cambiase de ropa, un par de miradas un tanto extrañas por parte del chico hacia la falda de cuero que había decido ponerse y un pequeño retoque a su rímel, salieron y dieron un par de vueltas por el centro. Samantha estaba más cómoda de lo que cualquiera esperaba, llegó un punto en el que había desconectado tanto que simplemente disfrutaba de un buen rato con el que era su pareja.

Se sentaron en la terraza de un bar, era el bar de siempre, el camarero ya les conocía y sabía lo que pedía cada uno puesto que en toda su relación habían ido bastante veces ahí a desayunar.

—Hola, pareja, ¿lo de siempre, no?

—Sí, Pedro.

—Pues en seguida os los traigo.

—Gracias —se escuchó la voz sola de la rubia, se queda más agusto dando las gracias por todo, lo que le resultaba raro es que alguien, quien fuese, no diese las gracias a alguien que trabaja de cara al público.

Desayunaron con un tema de conversación que se les hizo bastante ameno, cuando acabaron, Flavio se empeñó en pagar la cuenta, junto a un par de comentarios rozando lo machista que la chica no dejó pasar por alto para acabar con un "tampoco he dicho nada raro, pero vamos a dejarlo" por parte de Flavio, y de nuevo la voz solitaria de Samantha dando las gracias a Pedro.

—¿Damos una vuelta hasta que te vayas?

—Vale, pero no creo que tarde mucho, quiero hacer algo de comida para mí y para Mai.

—Vale, no te quito mucho tiempo.

—No te preocupes, vamos.

En cuanto se alejaron de la terraza, Flavio le agarró de la mano a Samantha con una delicadeza que a ella le pareció incluso extraña. En ese momento le recorrió un escalofrío por todo el cuerpo que se limitó a ignorar.

La Liada || FlamanthaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora