9. Llena.

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La llegada de diciembre se notaba en las calles de Madrid, las luces navideñas adornaban las grandes avenidas, turistas curiosos que paseaban de arriba abajo por las calles céntricas, además se notaba en el trabajo pues el bar se llenaba con más rapidez que antes y hacía más turnos por la tarde que en el mes anterior, se tomaba más cafés calientes que helados y la factura de la calefacción se disparaba un poco.

A decir verdad a Samantha no le gustaba mucho la Navidad, desde pequeña había creado ese sentimiento hacia la época en la que justo ahora se encontraban. Pero puede que fuese el calor que le daba su compañera de piso, su perro o las nuevas amistades que había ido creando gracias a Maialen, la entrada a diciembre se le hacía menos pesada, incluso le llegaba a gustar el último mes del año.

El trabajo se le hacía más ameno cuando aparecían por ahí algunos de los amigos de Maialen y en algunos de sus pequeños descansos se unía a ellos, a veces se les unía Maialen y Eva, pero los que más frecuentaban el bar eran Bruno, Flavio y Gèrard.

Estaba sentada en la barra del bar, aún no empezaba su turno y le daba tiempo a tomarse un café para espabilarse. Era sábado, el primero del mes, su jefa le había pedido que trabajase aquella tarde-noche y no se negó, no tenía nada que hacer y necesitaba el dinero para seguir viviendo en la capital.

El reloj central del bar marcaba las ocho menos cuarto cuando se escuchó la campanita de la puerta entre el ruido del ambiente, volvió la mirada discretamente hacia la entrada y vio a los amigos de su compañera de piso entrar, Flavio, Bruno y Gèrard, se saludaron en la lejanía y terminó de anotar lo que iba a tomar la pareja de la mesa en la que estaba.

Pidió a su compañera de trabajo que estaba en la barra lo que tenía anotado de las dos mesas a las que había ido, cogió la bandeja y lo fue a servir. Sin apenas un gracias por parte de los clientes, se marchó a la mesa en la que se habían sentado sus conocidos, o amigos aunque tampoco pensaba que lo fuesen porque solo habían coincidido un par de veces en su piso y otras tantas en el lugar donde ahora mismo estaban.

—Hola chicos, ¿qué vais a tomar?

—Lo de siempre—. Fue Flavio quien seguido de los saludos de los tres chicos a la rubia habló para pedir, esto hizo que se ganase una sonrisa y mirada de la chica, nada fuera de lo común ya que las miradas entre ambos eran bastante comunes cuando compartían un lugar. Samantha anotó lo que pedían los tres chicos siempre que iban al bar. Con un gracias disparado al unísono por parte de los tres, una sonrisa amable, se movió a la mesa de al lado que la habían llamado para darles la cuenta.

Cuando volvió a servir lo que habían pedido se detuvo un par de minutos a hablar con los chicos.

—¿Cuánto te queda para salir? —Miró al reloj de reojo.

—Poco menos de quince minutos. ¿Queríais algo?

—No, solo habíamos pensado en que te vinieses con nosotros y el resto del grupo al piso de Nia, hemos quedado a las nueve y media, te da tiempo si quieres ducharte o cambiarte de ropa.

—Estoy bastante cansada, lo siento, además puede que entre semana no os veáis todos y ahora que estaréis juntos disfrutadlo.

—Llevas razón, pero no ibas a sobrar en ningún momento si te invitamos es porque queremos que vengas.

—No sé, también quiero descansar pero muchas gracias, de verdad, seguro que volvemos a coincidir por aquí o en el piso.

—¿Estás segura de que no quieres venir?

—Sí, muchas gracias, chicos. Voy a seguir trabajando que me queda nada para salir.

—Ahora te sientas a tomarte algo con nosotros, prometemos no quitarte mucho tiempo. —A la vez que Flavio decía sus palabras buscaba la cara de aprobación de los que estaban en la mesa sentados, la encontró en la sonrisa de todos y en las caras expectantes por su respuesta.

La Liada || FlamanthaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora