15. La fiesta.

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Madrid. Sábado. 23:00.

—¡Sam! ¿Al final quieres el pintalabios?

—¡Sí, por fa! Déjalo en la pica que ya voy.

—¡Vale! Yo ya estoy.

—A mí me queda el pintalabios y calzarme —entró al baño donde estaba Maialen mirándose detenidamente al espejo— estás preciosa, Mai.

—Tú más, Sam. Es que van a flipar.

—Contigo sí que van a flipar.

Cuando ya estaba preparadas al completo, se hicieron una larga sesión de fotos en el baño, juntas, separas, con Murphy, sentadas en el pasillo, en cualquier sitio a la par que escuchaban alguna canción para entrar en el mood.

Aunque ambas estaban ya bien mentalizadas en que esa noche, para bien o para mal, les iba a cambiar aunque fuese un poquito.

A Samantha porque, de primeras, implicaba salir de fiesta en Madrid. Y de segundas porque no era con sus amigos de siempre, era con los amigos de Maialen, que tenían confianza pero Samantha de fiesta cambiaba. Se volvía más lanzada, se desinhibía, impulsiva; aunque no probase nada de alcohol.

Aunque en principio, esa última opción sí entraba en sus planes, una o dos copas al menos, pero después de tanto tiempo sin probar nada de alcohol sabía que le iba a afectar más de lo normal.

—Mai, ¿me prometes que si la lío me pararás y perdonarás? —Le preguntó Samantha por décima vez en el camino del piso a una terraza del centro de Madrid.

—Sam, no va a pasar nada, deja de pensar así y céntrate en disfrutar. Si quieres hacer algo, hazlo. Ahora vamos a tomarnos la cerveza que nos la debemos.

—Vale, vamos.

A Maialen la noche le cambiaría algo, al igual que a la rubia, porque juntaba a dos partes de su actual vida que eran muy importantes: Samantha y su grupo de amigos. Le hacía especial ilusión salir con todos juntos. Además estaba en una situación con uno de sus amigos un tanto especial y quería ver cómo se desenvolvía aquella noche. Estaba preparada para la noche que le esperaba.

—Por cierto, ahora en la terraza te cuento algo.

—Genial, nos sentamos ahí y me cuentas.

Y fue eso lo que hicieron, se sentaron en la terraza de un bar aleatorio y cercano a su piso. Empezaron hablando sobre la tapa que pedirían junto a la cerveza y cuando el camarero les sirvió, Maialen comenzó a hablar.

—A ver, es que necesitaba contarlo y creo que eres la persona adecuada.

—Dime.

—Nos conocemos lo suficiente, así que... nada de lo que cuente aquí puede salir, que eso no me preocupa, pero tampoco puedes dejar caer ni entrever nada—. Samantha, algo descolocada, asintió. —Creo que Bruno y yo tenemos algo.

Samantha dejó escapar una carcajada suave por la ternura que le dio la chica y su forma de decirlo, que ni llegó a firmar.

—Perdón, perdón, me ha parecido muy tierno. Pero no entiendo, ¿cómo que crees?

—Sí, creo, porque no ha pasado nada especial entre nosotros, quedamos casi todos los días, hablamos todos los días y todo el rato, hay mucho tonteo, tensión sexual. Y bueno pues a mí me atrae.

—¿Solo atrae?

—Bueno, algo más. Atraer me atraía cuando le conocí, hace ya un tiempo.

—Jo, Mai, pero eso hace mucho.

La Liada || FlamanthaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora