Capítulo 46: Ataque a Nápoles

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Nadie estaba seguro de dónde procedía exactamente la explosión, aunque, por la distancia, debía de ser cerca de la plaza que habían visitado el día anterior.

Los únicos que no habían girado la cabeza eran Hana, Thyra y Reima; quienes observaron cómo Egil, aprovechando esas décimas de segundo de distracción, se abalanzaba sobre Hana.

Entonces, Reima se llevó la mano a su espada, dispuesto a intervenir, sin embargo, notó la mano de Thyra sobre la empuñadura, evitando así que desenvainase, poco antes de que el esclavo abrazase a la demonio y, juntos, se desvaneciesen en el aire como absorbidos por éste.

-¡Mierda! ¡¿Adónde han ido?! –preguntó Cain, quien, al igual que los demás, había devuelto su atención a la ahora ya finalizada conversación, percatándose de la desaparición de ambos.

Por otro lado, Reima se enfrentó a Thyra, molesto.

-¡¿Por qué no me has dejado desenvainar mi espada?! –exclamó el joven.

-Porque Hana me lo pidió –contestó tranquilamente el arcángel, aunque su expresión denotaba preocupación.

-¡¿Que te lo pidió?! ¡No lo entiendo! –se sorprendió Reima, llamando la atención del resto de Pacificadores, todos ellos ahora centrados en su discusión.

-Ya nos imaginábamos que algo así sucedería, pero Hana pensó que, si la secuestraban, sería capaz de llegar hasta su líder y hablar con él –confesó Thyra.

-¡¿Su líder?! ¡¿De qué estáis hablando?! –preguntó Cain, representando, sin ser consciente, a todos aquellos que no entendía de qué iba la situación.

-¿Os acordáis de lo que ocurrió de camino a Roma? ¿Cuándo nos atacaron esos demonios? –explicó Reima- Hay sospechas de que alguien podría haberles incitado a hacerlo. Y es posible que ahora hayan hecho lo mismo.

-¡¿Y por qué no nos lo dijisteis?! ¡Si lo hubieseis hecho, habríamos estado más preparados! –se quejó Cain.

-Primero, porque Hana no quería que intervinieseis; segundo, porque sólo son sospechas, nada confirmado; y tercero –Thyra hizo una pequeña pausa antes de continuar, dejando escapar un profundo suspiro, como si lo que fuese a decir también supusiese un inconveniente para ella-, porque tiene la mala costumbre de solucionar las cosas ella sola, siempre intenta no inmiscuir al mayor número de personas posible.

Aquel hecho provocaba que Reima también se sintiese frustrado. Pese a saber que él también conocía la situación, no le había contado nada sobre sus intenciones, y ahora se hallaba sola en terreno enemigo, si saber de lo que eran capaces.

-¡¿Entonces para qué estamos nosotros?! –replicó Cain.

-Déjalo, Cain –se interpuso Alex, con tono calmado- Recuerda que no sólo somos guardianes, sino que también formamos parte de un intercambio entre humanos y demonios para establecer la paz. Además, creía que a ti sólo te importaba que te pagasen –le recordó el líder de escuadrón.

-Ya, pero... –habiéndose quedado sin argumentos, el mercenario se tranquilizó poco a poco.

-En cualquier caso, tienes un plan, ¿no? De lo contrario, no la habrías dejado ir –continuó Alex, esta vez dirigiéndose al arcángel.

-Por supuesto. Anoche, Hana transmitió parte de su Setten, la energía que utilizan demonios y ángeles, a la joya que hay en mi tiara –contestó Thyra, señalando el adorno que había sobre su cabeza-. Gracias a esto podré localizar dónde está siempre y cuando se mantenga con vida.

-¿Incluso si le ponen uno de esos grilletes? –preguntó Lori.

-Esos grilletes reducen el Setten de quien los lleva, pero no lo eliminan por completo. No habrá problema. Por ahora, id a ver qué ha ocurrido en la ciudad y ayudad a los ciudadanos, yo me encargaré de seguirla y vigilar que no le pase nada.

Defenderé a los demoniosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora