Capítulo 50: Los arcángeles

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Aquel día, Reima se levantó en la habitación que compartía con sus compañeros de equipo. Hacía pocos días desde que habían vuelto de Nápoles, después de que la ayuda procedente de Roma llegase y la situación se hubiese calmado un poco.

Se encontraba cansado, ya no sólo por el viaje, sino también por el tiempo que había pasado recogiendo bienes bajo los escombros de las casas quemadas, o transportando heridos en pleno tratamiento.

Debido a ello, los últimos días había dormido más de lo que solía, lo que le había pasado factura, al haber quedado esa misma mañana con Thyra para ir a la biblioteca a buscar información sobre Chronos. Así pues, se apresuró a vestirse y salir corriendo hacia allí.

Al entrar, se encontró una sala amplia de dos pisos y numerosos pasillos llenos de estanterías a cada lado, en las que había libros encuadernados de todos los colores.

Podías encontrar de todo, desde estudios relacionados con los demonios hasta recetas de cocina.

Le costó bastante encontrar a la arcángel, quien estaba sentada junto a una mesa, situada en una sección dedicada al estudio, al final de uno de los pasillos.

Al verla tan concentrada en la lectura de uno de los libros que había en la pila frente a ella, no pudo evitar maravillarse, quedándose de pie, admirándola, sin darse cuenta de que el tiempo pasaba y ella ya se había dado cuenta de su presencia.

-¿Se puede saber qué haces? –preguntó, sacándolo de su ensimismamiento.

-¡Ah! ¡Perdón!

-Llegas tarde –le recriminó, intentando no alzar la voz, pero haciendo notar su enfado.

-Lo siento. Últimamente he estado tan cansado que no he podido evitar quedarme dormido –se excusó, recibiendo una mirada fulminante mientras levantaba una ceja y tamborileaba ligeramente con los dedos sobre el libro.

-En fin, te lo perdonaré por esta vez, pero más te vale que no vuelvas a hacerme esperar.

Tal y como insinuaba ella, nada aseguraba que fuese a terminar en un sólo día. Aquella biblioteca era muy grande, y no tenían ninguna pista de quién era ese tal Chronos del que había hablado Darío.

Por eso, decidieron acortar la búsqueda a dos categorías donde consideraron que podía haber más información: historia y demonología.

-De momento, he encontrado unos diez libros de demonología y otros ocho de historia que nos pueden ayudar, aunque, sinceramente, no estoy muy segura de ello. Me da rabia tener tan pocas referencias –se quejó ella.

-En mi opinión, que hayas recopilado dieciocho libros en una mañana ya me parece impresionante.

-Halagarme no va a hacer que se me quite el enfado, ¿sabes?

-Creí que me habías perdonado –respondió el chico, a lo que Thyra replicó sacándole la lengua, un gesto infantil, aunque adorable, que demostraba la confianza que había ahora entre ellos. Y es que, desde el rescate de Hana, su trato con ella había dado un giro de 180 grados.

-Bueno, ¿a qué esperas para coger uno y ponerte a leer? –preguntó, aunque el espadachín lo interpretó más como una orden.

De esa forma, pasaron la mañana. Buscando entre aquellos libros algún indicio de Chronos. Y mientras las horas pasaban, llegó el mediodía, y con ello, la hora de comer.

-¡Hola! –dijo una voz, apareciendo a su lado, asustándoles e interrumpiendo su trabajo.

Se trataba de Hana, quien, alegre y sonriente, llevaba consigo una cesta de mimbre cubierta por un pañuelo de tela azul y rosada de diseño abstracto.

Defenderé a los demoniosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora