Capítulo 39: La prueba de Akira

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Viendo que se encontraban en desventaja numérica, Thomas, aprovechando el apoyo de Philip aumentó el número de gigantes, a los que añadió una serie de autómatas con forma de tigre, sólo que ligeramente más grandes que los originales, de color gris y ojos completamente blancos, faltos de pupilas.

Debían de haber como unos quince gigantes y ocho tigres. Un ejército de veintitrés individuos a los que se sumó Andrew, quien estaba preparado para lanzar sus cuerdas en cuanto se le presentase la oportunidad.

No hacía falta hablar de cómo había quedado el área del combate, con las casas reducidas a escombros y cualquier otro elemento del paisaje, como árboles o jardines, destrozado. La mayor parte de la culpa la tenían los gigantes, que ocupaban una buena parte del espacio, pero también había que adjudicársela a Beelzebub, cuyo tamaño superaba al de éstos. Si no hubiese sido porque se encontraban en la realidad de Mammon, aquello se habría convertido en un desastre.

Así pues, fueron los gigantes los que tomaron a iniciativa, esta vez, ayudados de un aura azul que rodeaba todo su cuerpo. Los tres que estaban al frente cargaron contra Beelzebub, quien los contuvo lo mejor que pudo, notando una diferencia en su fuerza con respecto a la de antes.

-Así que para eso sirve el aura azul –dijo mientras retrocedía un par de pasos-. ¡No me subestiméis! -consiguiendo detenerlos, el pecado extendió sus patas hasta rodearles con ellas- ¡Veamos que tal se os da volar!

Dicho esto, alzó el vuelo, llevándoselos consigo lo más alto que pudo y, tras girar sobre sí mismo, los lanzó hacia el suelo, chocando contra otros dos. Acto seguido, se dejó caer encima de ellos, descendiendo como un misil, con sus extremidades posteriores por delante. De esta manera, terminó destruyendo el cuerpo de cuatro, quedando rodeado por los demás.

Mientras tanto, a una altura mas baja, los tigres se dividieron en dos grupos y acometieron contra los tres pecados restantes. Sin embargo, se detuvieron en el acto, encarándose unos con otros, dispuestos a pelearse.

-¡Oh, no! ¡Otra vez no! –exclamó Philip, volviendo a aplicar el aura de color rojo alrededor de ellos, liberándolos del control de Bel.

Al ver que su técnica no había tenido efecto, la demonio se puso en pie pese a seguir, aparentemente, durmiendo.

-¡Dejémosle esos animales a Bel-chan y encarguémonos de los demás gigantes y de Andrew! –le dijo Levi a As, quien asintió a la vez que observaba al apóstol acercarse.

Bel caminó hacia los tigres, los cuales la observaban con expresión fiera aunque manteniendo las distancias. Pasaron unos segundos hasta que uno saltó hacia ella, quien lo esquivó dejándose caer sobre el suelo.

Un segundo fue detrás, aterrizando en superficie, ya que su objetivo rodó por el suelo lo suficiente como para evadirlo, incorporándose sin siquiera utilizar las manos y devolviéndole el ataque por el costado, lo que provocó que el tigre saliese despedido por el aire hasta chocar contra los escombros de una de las casas.

Tras esto, se acercó a otro de ellos, dando giros sobre sí misma como un tiovivo y finalizando el último con una patada en la mandíbula del autómata, dejándolo K.O. Esto último provocó que sus enemigos se volviesen más precavidos, decidiendo rodearla entre cuatro y embestirla en diagonal uno tras otro, con el fin de no darle tiempo para contraatacar. Por desgracia para ellos, Bel resultó ser más rápida, ya que, tras saltar para evitar las fauces del primero, se deshizo del que vino después con una patada giratoria en el aire, aterrizando posteriormente con la planta de sus dos pies sobre la espalda del que le había atacado antes. Previendo el ataque de un tercero, arqueó su espalda para evadirlo. Entonces, aprovechando que el abdomen del autómata había quedado indefenso, dirigió un rodillazo al mismo, levantándolo en el aire al mismo tiempo que daba una voltereta hacia atrás para crear espacio y lo sentenciaba con una patada hacia delante, una vez situado a su altura.

Defenderé a los demoniosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora