Capítulo 25: El terror

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Un disparo atravesó de parte a parte la cabeza del "Dying Walker", formando un limpio agujero en su frente. Pasando por encima de él, Asari cruzó la calle peatonal, observando su alrededor en busca de alguien que pudiese identificar como enemigo. Viendo la zona despejada, continuó hacia su objetivo.

Hacía un rato desde que había notado un cambio en la realidad. Tras una pequeña exploración en su propia casa, así como en algunas de las calles de la ciudad, decidió tomar cartas en el asunto y coger su rifle para encaminarse al domicilio de sus alumnos o, al menos, de aquéllos que tendrían más problemas para sobrevivir en una situación así. Y esos no eran otros que Mizuki, Nanako y Kazuma.

En condiciones normales, ninguno de ellos debería encontrarse en esa realidad, otra conclusión a la que había llegado al darse cuenta de la falta de personas; sin embargo, como parte del entrenamiento que habían recibido los jóvenes a fin de ayudar a Eri y los demás, la profesora les había hecho entrega de algunos utensilios que podrían servirles a la hora de enfrentarse a seres como los demonios o de poder equivalente a ellos. Y cabía la posibilidad de que alguno de ellos hubiese dado lugar a la aparición de los jóvenes en aquella realidad.

De repente sonó su móvil, el cual sacó del bolsillo y se llevó a la oreja, escuchando la voz de Derain al otro lado.

-Hola. Supongo que ya te habrás dado cuenta del cambio.

-¿Qué ha pasado exactamente? –preguntó ella mientras giraba a la izquierda en una bifurcación y se detenía durante unos instantes para vigilar el área.

-Es cosa de uno de los pecados. Una modificación de la realidad para que sólo los que tengan un poder por encima de lo normal puedan permanecer en ella.

-Me lo he figurado cuando he salido a la calle y los únicos que me han recibido han sido los "Dying Walkers".

-En cuanto puedas, dirígete a casa de Eri. Es el lugar más seguro ahora mismo.

-Entendido, en cuanto recoja a mis estudiantes iré para allá.

-Vale. Te dejo. Parece que tengo compañía.

El imp colgó la llamada, dejando a Asari confusa, aunque, conociéndolo, no sería algo de lo que preocuparse demasiado.

Así pues, se situó frente a una casa que reconoció como la de Mizuki, a cuyo jardín entró sin miramientos, observando atentamente la fachada para ver si descubría algún destrozo que pudiese significar el ataque del enemigo. No obstante, todo parecía bien, cosa que relajó un poco a la profesora pero que no significaba que el peligro hubiese pasado, y el hecho de que no pudiese sentirla a esa distancia no ayudaba.

Decidida a tomar una postura más impulsiva, Asari abrió la puerta de una patada, apuntando con su rifle al frente. En ese momento, un símbolo se dibujó en el suelo, formándose una columna de fuego que atravesó el techo e hizo éste escombros. La francotiradora, quien había saltado hacia fuera del edificio con el fin de evadir aquella trampa, escuchó un ruido procedente de una de las ventanas, surgiendo a partir de ésta dos objetos en su dirección, de los cuales se defendió interponiendo el rifle en su trayectoria. Siendo desviados de esta forma, ambos objetos detuvieron su movimiento a cada lado de ella, flotando en el aire. Asari pudo observar que tenían forma circular, de tamaño equivalente a un frisbee, y con un extraño símbolo en el centro de su estructura que se parecía mucho al que se había dibujado en el suelo antes de aparecer la columna de fuego.

-Estos son... –murmuró para sí misma al mismo tiempo que los símbolos comenzaban a brillar de manera intermitente y producían una especie de descarga eléctrica dirigida hacia la profesora.

Defenderé a los demoniosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora