Sorprendentemente, el interior de aquella cueva era más grande de lo que habían imaginado, permitiéndoles moverse sin ser vistos. Pese a todo, aquello era como un laberinto y, puesto que estaban en la base enemiga, la cantidad de demonios que había les impedía avanzar tanto como les hubiese gustado.
-¡Por aquí! –exclamó Reima, al ver a un par de demonios caminando por el mismo pasillo en el que estaban, introduciéndose, junto con Thyra, en un cuarto que hacía de almacén de suministros.
-¡Estoy harta de que tengamos que escondernos cada vez que aparece uno de ellos! –se quejó la arcángel.
-No hay más remedio. Recuerda que llamar su atención podría poner en peligro a Hana.
-Lo sé. De no ser así, estarían acabados.
-Veo que no te andas con tonterías, ¿eh? –dijo Reima, esbozando una sonrisa irónica, a lo que ella respondió con otra orgullosa- ¿Cómo os conocisteis?
-¿Hana y yo? Qué raro. Entiendo que yo no te lo haya contado, pero ¿ella tampoco?
-No que recuerde.
-No es que sea una historia muy interesante. Por entonces, ella ya era así. Siempre tratando de ayudar. Mediando en peleas entre especies. Predicando la necesidad de entendernos. No fueron pocas las veces que la rechazaron, insultaron e incluso pegaron.
-¿Han llegado a golpearla? –preguntó Reima.
-Sí. Y no pocas veces. Cuando llegó a gobernadora, por seguridad, le pusieron guardaespaldas. E incluso así, no siempre iba con ellos –contestó, ante la expresión amarga del espadachín-. Créeme. Ha sufrido mucho para llegar adonde está. Ha llorado, recibido palizas e incluso temido por su vida, pero nunca se ha rendido.
>>Recuerdo que era de noche. Estaba bastante irritada por... mis propios problemas... –dijo la arcángel, tras unos momentos de meditación, algo por lo que el joven frunció el ceño- ...así que decidí salir a despejarme. Al pasar por uno de los barrios comerciales, situado a las afueras de Roma, se cruzó delante de mí una demonio con una caja llena de pan en brazos. Era Hana.
-¿Pan? –preguntó Reima, quien no pudo evitar reír.
-Al principio, pensé que se trataba de una esclava. Por desgracia, en aquel entonces, en Roma eran más comunes. Pero no podía estar más equivocada. Más tarde, me enteraría de que había llegado a un acuerdo con el panadero por el que, si hacía todo el trabajo de una semana de su esclavo, en la mitad de días, se comprometería a reducir su horario de trabajo y le daría una habitación donde dormir.
-¡¿Qué?! ¡Pero eso es imposible! –se quejó el espadachín japonés.
-No para Hana. Quería demostrar que dándoles más beneficios a los demonios, éstos podían trabajar de manera más eficiente y, al mismo tiempo, mejorar su relación entre ellos. Evidentemente, aquel panadero no la creía, así que le puso una prueba que consideró imposible de superar. Lo que no esperaba era que Hana no iba a rendirse tan fácilmente –dijo Thyra, alegremente-. Aquella noche era la última. Tan sólo le quedaba un último cargamento. Pero, si lo conseguía, significaba que el panadero debía aceptar el acuerdo, así que, viendo que lo cerca que estaba, decidió hacer trampa.
-¿La boicoteó?
-Lo intentó. Cuando ya me iba, vi a cuatro humanos acercarse a ella con no muy buenas intenciones. La molestaban, insultaban y humillaban.
-Me parece raro que no hicieses nada.
-Quise hacerlo. El conflicto entre especies era algo que llevaba mucho tiempo molestándome. Pero recibí una mirada por parte de Hana pidiéndome que no interviniese. Lo peor fue que no se detuvieron ahí. Viendo que ella no reaccionaba, comenzaron a golpearla –continuó ella, a quien se la pudo ver cerrando ambas manos con fuerza, al recordar aquella escena-. Aun así, siguió sin dejarme intervenir, levantándose una y otra vez después de cada golpe.
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Defenderé a los demonios
ParanormalUna noche, Kasaiga Eri es salvada de ser asesinada debido a que desciende de la raza de los demonios. El nombre de su salvador es Hioni Reima, alguien encargado de defender a los de su especie.