Capítulo 37: Thaddaeus, el vagabundo

1 1 0
                                    


-Tú eres... –Asari se mantuvo pensativa durante unos instantes- ¡Ah! ¡Ya me acuerdo! ¡Eres aquel chico! ¡El que atacó el instituto, junto con los "Dying Walkers", la otra vez!

-Mi nombre es Simon. Me alegra que te acuerdes de mí, aunque sea poco antes de tu muerte.

-Vaya. Qué seguro de ti mismo –rió la profesora-. Así que tú también eres uno de los apóstoles. Eres bastante joven.

-El más joven, al menos, actualmente –declaró Simon, mostrándose orgulloso.

-Una pena ver que chicos como tú se conviertan en ovejas descarriadas.

-¡Silencio, pecadora! ¡No eres quién para hablar!

-¿Podríais dejar esta conversación o como queráis llamarlo? –se quejó Ahren sacando sus armas- No hemos venido aquí para que ninguno de los dos deis sermones.

-Qué violento, Onii-chan –comentó Serah.

-Calla... –respondió su hermano.

-De todas formas, ¿qué le pasa a ése? –preguntó la joven, señalando al compañero de Simon, quien se había quedado durmiendo de pie, apoyado en su remo, y roncando sonoramente.

-Thaddaeus, ¡¿cuántas veces te tengo que decir que no debes dormirte de pie?! ¡Y menos en mitad de un combate! –exclamó Simon.

-Lo cierto es que el combate ni siquiera ha empezado... –comentó Asari, frunciendo el ceño.

Tras un ronquido aún más profundo que los anteriores, el hombre abrió los ojos poco a poco.

-¿Ya está lista la cena? –fue lo primero que dijo, con un tono más grave del que aparentaba tener.

-¡No es hora de cenar! ¡Un día de éstos vas a acabar con mi paciencia!

-Si no es hora de cenar, ¿por qué has traído invitados? –preguntó señalando con un gesto de la cabeza a los demás.

-¡Son nuestros enemigos!

-¿Y por qué iban a venir enemigos a interrumpir nuestra cena? Que sepas que no pienso compartir mi comida. Por cierto, ¿queda vino?

-¡No hay vino! ¡No hay comida! ¡Hemos venido a luchar contra los demonios! ¡Si tanto quieres comer, terminemos esto cuanto antes!

-De alguna manera... le compadezco... -dijo Ahren mientras, tanto él como las dos chicas a su lado, observaban a Thaddaeus sacarse un moco de la nariz y llevárselo a la boca- Es asqueroso...

-De repente, siento un escalofrío... –indicó Serah.

-¡Si no le dais vosotros, le doy yo! –gritó de repente Asari, apuntando con su rifle y disparando una bala de fuego con rapidez hacia la cabeza del vagabundo. Sin embargo, éste cogió el remo y, con un leve movimiento, desvió la bala hacia un lado, haciendo que penetrase una de las paredes laterales, sorprendiendo así a la profesora.

-Los mosquitos vienen muy agresivos este año. Deberías ponerte repelente, Simon –dijo el apóstol, sin señales de sentirse alterado por lo sucedido.

-No son mosquitos de lo que estamos hablando... –Simon parecía cada vez más cansado de intentar entablar conversación con él.

-Esto no me gusta... –murmuró Ahren, apuntando con sus pistolas-. Será mejor que nos centremos en derrotar a Thaddaeus. Ese tipo, es fuerte...

Asintiendo, las chicas también se pusieron en guardia, dando Serah el siguiente paso de manera que, en décimas de segundo, ya se hallaba a poca distancia de sus dos contrincantes. Entonces, desplazó su mano derecha hacia atrás y, con la palma abierta, se dispuso a golpear a ambos. Por su parte, Thaddaeus reaccionó apartando de un empujón a Simon y agachándose justo en el momento en que una onda expansiva salía despedida en línea recta y destruía una de las casas que tenía detrás.

Defenderé a los demoniosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora