*09*

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No tardé mucho en averiguar que la cámara no guardaba ningún secreto oculto. Chan lo había intentado también usando su conexión con el Espíritu y la Tierra. Pero lo único que había regresado fue un silencio antinatural. Las runas tampoco tenían nada que decir al respecto.

Eso de por sí ya decía algo pero no era algo que pudiera explicarle al Rey y desde luego, no, después de las últimas advertencias en la catedral la noche anterior.

Así que tomé la vía rápida y adopté la forma del águila imperial de mi familiar para llegar a la Casa Real lo antes posible. Esa noche hacía más frío del previsto y, aunque llevaba una camisa de manga larga negra debajo de la chaqueta vaquera que calentaba con su forro de pelo de oveja, no era suficiente. A pesar de ello, disfruté del vuelo y del aire en las plumas. He de decir que era un amante de las alas. Las envidiaba y aprovechaba cualquier oportunidad para disfrutar de un buen vuelo. Por esa razón no tenía coche. Lo que no quería decir que no supiera conducir... Nunca se sabía cuando se salía de fiesta con los brujos y brujas del aquelarre. Sonreí al recordar algunas de las salidas. Lo había aprendido por la fuerza una noche en la que fuimos a beber con los chicos.

Acabé llevándolos a todos en coche, medios en coma etílico. Siempre me tocaba pringar a mí, pues no bebía. Nunca.

Ese era motivo más que suficiente para que todos los fines de semana tuviera, mínimo, cuatro invitaciones para salir de fiesta.

Vislumbré las luces de la Casa Real y decidí entrar por la puerta principal esta vez, así que dejé que mi familiar se luciera descendiendo en picado antes de frenar extendiendo sus grandiosas alas marrones. Reí por dentro por la adrenalina del aterrizaje y volví a mi forma original para darme cuenta de que mi familiar me la había jugado buena. Estaba rodeado por la Guardia Real que me apuntaban con un arma a la cabeza.

Alcé las manos mostrando que estaba desarmado.

—Soy Lee Felix. He venido a ver a Seo Lorena.

—Bajad las armas. —La voz ya familiar de Jisung me hizo suspirar. —Chico, ¿es que no tienes consciencia?

Lo vi, con su uniforme negro de general de la Guardia Real, posar una mano en el hombro de un guarda y éste bajó el arma, acto seguido lo imitaron los otros cinco guardas.

Sonreí algo avergonzado y culpable.

—Lo siento.

—Ya, ya. —Negaba con la cabeza antes de hacerme una señal con la mano para que lo siguiera a la casa. —Menos mal que a la princesa se le ha ocurrido avisarme.

Solo quedaban unos pasos para llegar a la entrada del edificio cuando me di cuenta que mi familiar se había ocultado en su esplendor de poder mágico tanto como lo haría una tormenta de nieve en Hawai... Mierda...

—Hazme un favor y guárdame el secreto.

La mirada felina y divertida de Jisung me alzó una ceja. Me abrió la puerta y entré al interior iluminado.

—¿Te crees que no se va a enterar aunque no se lo diga yo?

Suspiré sabiendo lo que posiblemente se me venía encima. Bueno, cada cosa a su debido tiempo. Ya lucharía las batallas que se debieran luchar a su debido tiempo. Quizá podría excusarme apelando a que no estaba de servicio, ¿no? Que había venido a ver a una amiga. Pero en verdad estaba ahí por trabajo.

Ya me imaginaba la reprimenda que me llevaría ¡Ay por el amor del cielo! Cómo me sacaba de mis casillas el maldito Rey de los chupasangres presuntuoso, creído, egocéntrico... Debían de haberle metido un palo por el culo de pequeño y se habían olvidado de sacarlo.

Et Sanguis Magicae ||ChangLix|| [1] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora