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Oí a los niños chillar, tirarse al suelo llorando, asustados. Sabía que Jisung protegería a Kayle y a los demás. Estaban cerca de mí, por lo que podría protegerlos si era necesario pero no podía desconcentrarme en este momento si no quería que muchos murieran. Jisung tendría que encargarse de eso solo. Esperaba que no salieran corriendo a esconderse. El peso del techo casi hace que me arrodille en el suelo, pero me estabilicé. JeongIn junto con los generales Minho y Hyunjin llegaron corriendo en los siguientes dos minutos. En ese tiempo, Jisung no permitió que ningún niño se moviera de donde estaba, lanzando órdenes a voz en grito.

—Mierda. —Fue lo primero que dijo JeongIn al evaluar la situación. —¿Puedes aguantar hasta que evacuemos a todos?

—Corre. —Sabía que mi voz sonaba estrangulada por el esfuerzo.

Sentí algo húmedo bajarme por la nariz, pero no podía desconcentrarme, no ahora.

—Escuchadme bien todos —Dijo JeongIn dándoles instrucciones a los generales.

No presté atención cuando los dos generales que acompañaban al brujo comenzaron a evacuar a los niños, usando el fuego fatuo de JeongIn para cubrirlos cuando algún escombro más pequeño se escapaba de las férreas garras de mi escudo de aire, convirtiéndolo en cenizas sin siquiera llegar a rozarlos. Por esos escombros se escapaban pequeños rayos de sol, pero no podía evitarlo, era un mal menor. Poco a poco todos los niños corrieron a meterse en las aulas, resguardados de la luz del sol. Kayle y sus amigos fueron uno de los últimos en salir. La princesa no podía ser la primera en esconderse. Y, en cierta forma, me daba fuerzas tenerla cerca.

La vista comenzaba a nublárseme y el sudor me bajaba por la frente y el cuello.

Solo quedaban unos cuantos niños que estaban más alejados de la entrada y el grupo de Kayle.

—Jisung, llévatelos de aquí. —No me reconocía la voz.

—No puedo dejarte solo. —Respondió a mi espalda.

—¡Maldita sea! ¡Sacalos ya! —El peso del techo era demasiado, estaba consumiendo mis fuerzas demasiado rápido. Las piernas me temblaban, hinqué una rodilla en el suelo con tal fuerza que me castañearon los dientes.

—¡Félix! —Me llamó Kayle pero Jisung se la había cargado en peso y estaba corriendo con ella y con sus dos amigos pisándole los talones, aunque no podían igualar la velocidad del general, lo intentaron y no pararon hasta estar dentro del edificio.

Cerré los ojos apretando los dientes, no podía derrumbarme ahora, solo quedaban cinco niños.

En el último momento, sentí un borrón, alguien corriendo tan rápido que no lograba verlo. O quizá era que ya mi sentido de la vista no registraba lo que veía. Pero ese borrón se llevó a los cinco niños que quedaban en apenas unos segundos.

—¡Ya están todos dentro! —Me avisó JeongIn.

Y con el último halo de fuerza inspiré hondo antes de que JeongIn usara su fuego fatuo y volviera cenizas lo que quedaba del techo.

Una vez el peso se hubo ido, el escudo cayó y, con él yo también. Las manos en el suelo, respirando entrecortadamente. Sentía los músculos como gelatina dura, blandiblú. La sangre y el sudor me goteó de la nariz y cerré los ojos, concentrándome en recuperar el aliento, moderar los latidos del corazón y esperar a que el sentido del oído y la vista se ajustaran de nuevo. Sentí a JeongIn acercarse corriendo a mi lado, colocó una mano en mi hombro y me dijo algo, pero el corazón me latía tan fuerte que no lograba oírlo. Mi cuerpo y mi mente necesitaban serenarse un momento antes de poder volver a la tierra.

—Lix... Lix, ¿estás conmigo? —Su voz preocupada.

—Sí. —Exhalé.

—Joder, me has asustado. ¿Puedes levantarte?

Et Sanguis Magicae ||ChangLix|| [1] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora