*06*

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Ya de camino hacia la puerta del garaje recapitulé. Los cuatro generales del Rey, al menos en privado, eran personas agradables. La pareja, Minho y Jisung parecían estar es su burbuja la mayor parte del tiempo. En más de una ocasión los había pillado mirándose el uno al otro, haciendo expresiones como si estuvieran teniendo una conversación, como si se entendieran, pero las palabras no salían de sus labios. Extraño. Minho era más serio que su pareja, o al menos esa era la impresión que daba. Me había engañado completamente. Era incluso más macabro que Jisung, y su sentido del humor, una cosa bárbara, especialmente le gustaba molestar a su pareja y cada vez que lo hacía luego lo miraba y el alto de los pómulos del otro se tornaban ligeramente febriles. El sonrojo se acentuaba en sus orejas, pero las tapaba en su mayor parte por los mechones del pelo.

Jisung, por su parte, tenía una parte salvaje que me recordaba a un animal. Una sonrisa que daba miedo cuando centraba su atención en un objetivo. También era el más fácil de leer, pero no cometería el error de subestimar al otro.

Los otros eran mucho más neutros. Hyunjin y Celeste. Se veían muy amigables en aquella mesa, sin embargo sus expresiones faciales apenas se movían. Su tono era casi siempre monótono y plano, pero veía como, en ocasiones, se esforzaban por levantar las comisuras de los labios en una ligera sonrisa, o alzaban las cejas o fruncir el ceño. No era, ni de lejos, algo que se viera natural, sin embargo, había de reconocer que agradecía el esfuerzo. Por lo menos, no parecía que estuviera hablando con muñecos sin alma.

Ignoraba por qué Lorena podía interactuar como una persona normal. Sin duda, era un vampiro y, de alguna manera, no lo parecía.

En cuanto a Su Majestad, sentí el cambio de humor cuando regresó de atender a la niña. Se concentró en terminar su bebida y se disculpó cuando salió de la sala antes que nadie. No lo había vuelto a ver.

Mejor así.

Estaba cansado y lo que quería en ese momento, después de comer y con el cansancio de la noche ahora cayendo con fuerza sobre mi cuerpo cansado, era mi cama.

¡Una ducha primero! Ay sí...

Iba pensando en mi pijama, en el suave calor de las mantas y en mi mullida almohada mientras pasaba por la puerta que accedía al garaje, escoltado por Hyunjin.

Durante el corto camino al coche cruzamos un par de palabras agradables, pero realmente no tenía más energías para ser simpático y políticamente correcto. Bostecé un número de siete veces, los ojos me picaban y me lloraban del sueño. Llevaba un total de veintisiete horas despierto y antes de eso solo me había permitido un par de horas de sueño. Estos días había habido jaleo con los integrantes más jóvenes del aquelarre, necesitaban apoyo mágico y moral. Muchas veces, la fina línea que separaba el control del caos, era tan fina que se emborronaba. A esas edades debían tener el apoyo de los adultos.

Levanté la mirada al coche negro que me llevaría a mi casa, de ahí a la ducha y de cabeza a la cama, solo para encontrarme con la mirada del hombre que llevaba martirizándome toda la noche a su lado, su hermana Celeste. Parpadeé, enfocando la mirada, el sueño me estaba jugando malas pasadas.

—Su Majestad. —Saludó Hyunjin con una inclinación de cabeza.

No, no me lo estaba imaginando.

—Acompañaré al brujo a su casa. Hay algo que tengo que hablar con el líder del aquelarre.

Nuevamente vestía su ropa formal. Se lo veía descansado y sano. Por el contrario, yo me sentía como un saco de papas pisoteado.

—Chan no está en mi casa pero puedo acompañarte hasta él. —Ofrecí tragándome el cansancio. Tenía que luchar por esta alianza.

—Lo sé. —Dijo entrelazando nuestras miradas. —La sede del aquelarre nos pilla de camino a la vuelta de tu casa.

Et Sanguis Magicae ||ChangLix|| [1] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora