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Estaba haciéndole un pequeño informe a Chan esa tarde, de lo que había descubierto la noche pasada y ninguno de los tres brujos que había en la sala estábamos lo que se decía... tranquilos.

—¿Caos? ¿Estás seguro?

—Ninguna otra magia deja un rastro tan pútrido. —Confirmé.

JeongIn estaba en el despacho también y creo que nunca lo había visto tan callado.

Mi hermano suspiró mientras se levantaba de la silla y se paseaba por delante de la ventana.

—Esto es peor de lo que me imaginé.

Los tres nos hundimos en un silencio denso mientras cada uno pensaba en cómo había llegado todo a desbordarse tanto.

—El cabrón de Woojin sí que se la ha montado bien. —Soltó el brujo de fuego sacando del bolsillo mágico una botella de agua fría.

—¿Bien? —Lo miré. —Está loco si se cree que va a poder controlar ese poder.

—Por mí como si un demonio lo despedaza, se come sus tripas y se baña en su sangre...

—Siempre es agradable escucharte ser tan sádico. —Dije sin evitar imaginarme a un demonio disfrutando de una descuartización.

Me sonrió y levantó la botella como si brindara por mis palabras, su cabello negro se deslizó por su oreja y el rubí allí brilló con las luces que ya estaban encendidas.

—Los niños... —Interrumpió Chan. —... esos chicos ya no tendrán salvación, me temo. —Lo vi cerrar los ojos. —Si para cuando los encontremos están cuerdos aún, su núcleo estará inservible.

El silencio que siguió a sus palabras fue el de un funeral. Para los brujos eso era lo que conllevaba la contaminación de un núcleo, a la muerte bruja. No tendrían posibilidad de ejercer la magia.

Trece niños...

Se pasó los dedos por el cabello rubio.

—No me quiero ni imaginar lo que habrá visto Zac.

—Estoy seguro de que cuando despierte querrá contarnos. —Aseguró JeongIn.

Asentí pero realmente sabía que si su mente no estaba bien, si había pasado por una situación traumática, quizá no es que no quisiera hablar, es que no podría.

—Si por lo menos pudiera verlos... Ahora entiendo por qué no podía.—Era muy consciente de la culpabilidad que sentía mi hermano ante el hecho de no encontrarlos en sus visiones ni en sus sueños ni en ningún lugar. —El caos los mantiene completamente separados de mí a pesar de que siento sus núcleos vivos aún. —Se tocó sobre el esternón, en el plexo solar.

—Cuando lo coja me pienso vengar por ellos. —El fuego en los ojos de JeongIn era evidente.

—Nadie tiene más ganas de cogerlo que yo, amigo. —Dije crujiéndome los dedos de los nudillos.

Una ráfaga de electricidad estática inundó el espacio del despacho dejándonos paralizados. Chan se separó de la ventana y se colocó a nuestro lado. Muy pocas, poquísimas veces lo había visto tan cabreado. Sus ojos, usualmente marrones verdosos, ahora refulgían ira. Pero cuando habló, su voz se mantuvo estable.

—Si alguno de los dos le toca un solo pelo de la cabeza, me voy a cabrear de verdad. Es mío. Podéis atraparlo y traerlo ante mí, pero su muerte corre de mi parte. ¿Me he explicado?

Oí a JeongIn tragar saliva y asentir. Podía bromear y realmente era el más sádico de todos nosotros, pero Chan seguía siendo el líder del aquelarre por una razón. Nos podía poner de rodillas a cualquiera solo con un pensamiento, su poder era tan inmenso que para estabilizarlo tenía que unirse a los núcleos de todos los miembros, de esta manera gastaba mucha energía diariamente, y eso aumentaba nuestro poder también. La red era grande, y aún así Chan desbordaba este poder que nos mantenía clavados al suelo.

Et Sanguis Magicae ||ChangLix|| [1] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora