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Zac había querido quedarse en el aquelarre esa noche. Esperaba poder ver a los chicos y chicas que habían sido rescatados a la mañana siguiente. Me pareció bien pero le pasé el número de teléfono personal de Kayle y con aquello se le iluminaron los ojos nebulosos.

Sonreí internamente mientras sobrevolaba el cielo nocturno. Después de haberme tomado una ducha allí, volví a mi casa. Parecía tan nervioso por hablar con ella que me recordó a mí mismo a su edad. Me sentía tremendamente viejo por el amor del cielo... Solo tenía cincuenta... ni siquiera había llegado a la mitad de mi vida.

Ese pequeño rato con Zac me demostró que lo había pasado mal, pero habían posibilidades de recuperación. Hubiese querido llevármelo a casa y pasar una noche de chicos viendo las grabaciones de su equipo de baloncesto preferido y comiendo pizza, ya que se había grabado todos los que pude, pero prácticamente se estaba quedando dormido en la hierba. Así que lo pospondríamos a otro día. Había tiempo.

No estaba seguro de la hora que sería pero no podía ser más tarde de las doce. Me recordé llamar a JeongIn para preguntarle como había ido todo después de que me fuera.

Iba distraído sobre la brisa suave transformado en águila. Las aves nocturnas no me hicieron compañía pero no las extrañé. Estaba disfrutando de la paz mental del vuelo de diez minutos desde el aquelarre a mi casa. Vi la casa de tejas rojas y chimenea de piedra desde lejos y descendí. Agradecí la ayuda de esa noche a mi familiar y lo sentí removerse buscando una caricia o quizá ofreciéndola. Volví a mi forma en un maravilloso estallido de dolorosa euforia. Me masajeé el cuello mientras buscaba las llaves.

—Has tardado.

—¡Joder!

Me giré hacia la voz y ni siquiera estaba escondido, de hecho yo estaba tan perdido en mis pensamientos que no lo había visto. Y tenía que decir que el cuerpo de Changbin no era fácil de ocultar.

—Ni siquiera me he escondido —dijo despacio, como si tratara de no asustarme.

El corazón me iba a mil por el sobresalto.

Suspiré antes de contestarle.

—No, fue culpa mía, iba en mi mundo —por fin encontré las malditas llaves y abrí la puerta desactivando las runas protectoras—. ¿Querías algo? —Pasé a través del portal y me di cuenta de que no lo había invitado a pasar—. Ah, Pasa.

Pasa... Era la primera vez que lo invitaba a mi casa.

—Con permiso.

Changbin iba vestido de manera diferente a la última vez que lo había visto. Con unos vaqueros, suéter de punto camel de cuello alto y su gabardina negra hasta las rodillas, desentonaba en los modestos muebles de mi casa. Pero traté de no fijarme en eso. Yo también me había duchado en el aquelarre antes de salir y me había cambiado de ropa.

Tenía hambre así que fui a la cocina dejando el móvil y las llaves sobre la pequeña isla que dividía el salón de la cocina.

—Te escribí pero no respondiste.

Abrí la nevera y saqué la jarra de agua fría junto con dos vasos de la alacena.

—No he mirado el teléfono.

—Quería saber si estabas bien, de repente desapareciste del mapa. JeongIn me dijo que te habías ido pero no entró en detalles. Me preocupaba que hubiese pasado algo malo.

Serví el agua en los vasos y le acerqué uno a pesar de que no me lo había pedido. Negué con la cabeza, contestando a su pregunta y me giré para guardar la jarra de nuevo en la nevera. Agarré una manzana del frutero y la lavé antes de darle un mordisco. Cuando alcé la vista al vampiro que había dejado entrar a mi casa, éste me observaba muy atentamente, con la vista clavada en la manzana. Sus ojos se centraron en los míos.

Et Sanguis Magicae ||ChangLix|| [1] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora